Uno de los personajes más emblemáticos de la literatura de aventuras, Robinson Crusoe, de Daniel Defoe, lleva casi 300 años desde su publicación, (¿se podría hablar de clásico?), es tomado aquí para hacer una reversión infantil en la que los niños no se ríen (la proyección fue con los infantes) y los adultos se aburren.
Robinson Crusoe es capturado por un grupo de piratas, lo descubren solitario, en una pequeña isla en situación inexplicable. Viernes no existe, en su lugar aparece Martes, un loro que, estableciendo a la película como un gran flash back, le (nos) contará la historia de Robinson a unos pequeños ratones de un barco. Martes se presenta como un soñador, siempre sabiendo que hay un mundo afuera de esa isla y que algún día lo descubrirá, sus amigos le siguen en parte la corriente, un tapir, una cabra, una pajarita seductora, hasta que un día llega a la isla, nuestro naufragado, con quienes establecerá una relación de necesidad y amistad. A ellos se les contrapondrá, una vez tomado prisionero nuestro héroe, una pareja de gatos, miembros del barco pirata, con más imagen de hienas que de dulces felinos.
Toda la narración está plagada de acciones que intentan sumar humor desde lo físico, lo hablado juega más en función explicativa sobre lo que se muestra en pantalla, nada hay por fuera del cuadro. Situación que establece la ausencia total de sorpresa. Sólo la técnica del 3D, aparece justificada y de buena manufactura.
Si bien éste filme de origen franco-belga tiene en la composición del dibujo su mayor logro, no puede empezar a competir contra Pixar o Dreamworks ni Disney, por supuesto que los animales hablan, los humanos también, pero no se entienden. Rasgo realista necesario para la prosecución de las acciones apoyado en el muy agradable diseño de los animalitos de la isla. Solamente eso.