"Las locuras de Robinson Crusoe", una película con pocas luces
Las locuras de Robinson Crusoe toma la figura del náufrago más famoso para volver a contar la conocida historia. Sin embargo, la película animada no consigue aportar nada nuevo por una evidente falta de ingenio y originalidad.
Las locuras de Robinson Crusoe es la típica historia de supervivencia contada para los más chicos. El problema es que padece de pereza creativa y de falta de ritmo. De producción belga/francesa y dirigida por los mismos creadores de Las aventuras de Sammy, Vincent Kesteloot y Ben Stassen, esta animación del náufrago más famoso de la literatura no sólo no agrega nada sino que por momentos naufraga en un océano poco arriesgado, que nivela para abajo.
La historia está contada a través de un flashback que muestra cómo un torpe Robinson Crusoe termina en una isla con su perro, después de que el barco en el que navegaba fuera arrasado por una tormenta mortal. La llegada del humano y su mascota no hace más que meter miedo a los animales que habitan el lugar, quienes ven a los recién llagados como monstruos invasores.
Robinson Cruce es ligeramente lelo y poco habilidoso. Los animales, en cambio, son bastante simpáticos y pueden hablar entre ellos, aunque no son tan graciosos. Una cabra miope, un loro, un camaleón y un tapir hembra son algunos de ellos.
El único que ve como una esperanza la visita inesperada es el loro Tuesday/Mak, que está convencido de que hay otro mundo más allá de la isla, y que ve a los náufragos como la prueba irrefutable de su creencia.
A partir de allí se activa la mecánica del relato: los personajes empiezan a conocerse, siempre guiados por las (malas) impresiones que tienen del otro. De a poco, los personajes se irán dando cuenta de quiénes son los buenos y quiénes los malos.
Pero los problemas surgen cuando aparece una pareja de gatos hambrientos, de look bastante agresivo, que le hará la vida imposible a Robinson Crusoe y a sus nuevos amigos.
La animación se torna interesante cuando deja prevalecer la acción por sobre la historia, es decir cuando el argumento se reduce al desplazamiento de los personajes. Pero llega un momento en que la propuesta se agota y queda en evidencia la falta de ingenio y originalidad. Una vuelta de tuerca interesante no hubiera estado de más.
Crusoe se da cuenta de que sus pares, los humanos civilizados, son más salvajes que los animales de la isla. Y ese es, de algún modo, la propuesta de la animación: volver a la vida primitiva, alejada de la civilización. ¿Quién dijo que ningún hombre es una isla? Robinson Crusoe lo es.