UNA AVENTURA MINIMA
Las películas animadas del belga Ben Stassen tienen una virtud que es, por contrapartida, su propia maldición: director de films como Vamos a la Luna, Las aventuras de Sammy -y su secuela– o Trueno y la casa mágica, se observa en su manejo de las herramientas narrativas y discursivas una solidez para hacer llegar cada relato a un lugar seguro. Son películas claramente destinadas a los niños, que no tienen la más mínima intención de ampliar el target de público y que por eso relucen como elementos distintivos dentro de la producción de cine animado contemporáneo. Ninguna de estas películas es una maravilla o trasciende una agradable medianía, y es en ese lugar donde se encuentran sus límites: la idea de no arriesgar es también un ejemplo de su falta de ambiciones. Las locuras de Robinson Crusoe es otra muestra que mantiene todos esos aciertos y errores.
Trabajando nuevamente en la dirección junto a Vincent Kesteloot, Stassen toma aquí al clásico personaje creado por Daniel Defoe, tal vez el náufrago más popular de la historia, pero como un elemento secundario: los protagonistas son los animales que Crusoe se encuentra en la isla donde naufraga con su barco. Sobre lo que reflexionan los directores es nuevamente sobre el conflicto entre la civilización y el regreso a la naturaleza, representado en ese choque de culturas que se da entre el marino y la fauna circundante. Primero hay distancia, luego el lógico acercamiento y finalmente la comunión entre ambos mundos que termina encontrando lo mejor de cada espacio. Mientras, los animales son acechados por un grupo de gatos bastante neuróticos. El film en definitiva es un relato infantil que oculta con buenas armas su costado más didáctico.
Como decíamos, no estamos ante ninguna maravilla y Las locuras de Robinson Crusoe recurre a las herramientas tradicionales del cine animado infantil: un humor naif de situaciones y centrado en lo físico, villanos bien claros y contundentes en su maldad intrínseca, un diseño colorido, y una narración clara y precisa que inhabilita la complejidad. A esto se suma la habilidad de los directores, que logran algunas secuencias de acción más que interesantes como aquel recorrido en plano secuencia por una suerte de madriguera donde los personajes van persiguiéndose y cayendo. Seguramente algunas de las películas de Stassen son más atractivas que otras (Trueno y la casa mágica tenía más peso argumental), y eso está vinculado con la profundidad de los temas que abordan: en ese marco, esta es una aventura sin demasiado vuelo, que encuentra sus mejores momentos en el carisma que desprende un diseño de personajes bastante atractivo. Es que son películas tan amables que se hace difícil despreciarlas.