Abandonos
En algún momento se comparó a esta película peruana de la directora Rosario García Montero, Las Malas Intenciones, con el film argentino de Benjamín Ávila Infancia Clandestina por tratarse de un relato que respeta el punto de vista de un niño en un contexto sociopolítico bastante particular en la historia de cada país. Sin embargo, las comparaciones -que siempre suelen ser injustas- en este caso singular son aventuradas debido a que el conflicto central de esta propuesta peruana con coproducción argentina, alemana y francesa recae en la crisis que padece la protagonista (Fátima Búntinx), quien se siente desplazada y abandonada por su familia al enterarse que su madre separada está embarazada.
Para ella, la llegada de un nuevo miembro al hogar no es otra cosa que una sentencia de muerte que, sumada a la indiferencia de su entorno adulto, despierta una mirada un tanto pesimista sobre el mundo y la realidad circundante para la cual encuentra escape en el terreno de la imaginación al verse envuelta en gestas históricas como heroína y al tomar contacto con eventos de peso y próceres de su país, que está estudiando en las clases de historia del colegio.
En ese ámbito de angustia y tristeza se desarrolla este drama infantil en el contexto de la guerrilla de Sendero luminoso que por ese momento mantenía en vilo al país con los atentados y las bombas que dejaban sin suministro eléctrico a la ciudad y favorecían la venta de velas, negocio de algunos burgueses entre quienes se encuentra la familia de la protagonista.
Sin lugar a dudas el fuerte del film de la realizadora peruana se resume más que en su historia en la fuerza de su actriz protagónica Fátima Búntinx, quien se carga al hombro un personaje intenso que no pierde en ningún momento la inocencia pero que experimenta situaciones realmente dramáticas como la enfermedad de su prima adolescente, entre otras situaciones.
Las Malas Intenciones no funciona cuando de humor negro se trata ni tampoco como exponente histórico para retratar una época contemporánea de Latinoamérica pero sí lo hace a la hora de desplegar toda su artillería dramática y su costado emocional sin rayar en la chapucería sentimental y a fuerza de un tono sutil y bien trabajado desde los diálogos y los silencios sobre todas las cosas.