Las maravillas

Crítica de Ricardo Ottone - Subjetiva

APICULTURA Y SOCIEDAD

Ganadora del Gran Premio del Jurado en Cannes, Las maravillas es el segundo film de Alice Rohrwacher. Trazar un perfil con solo dos películas es un poco aventurado, pero ya en su opera prima, Corpo Celeste (2011), estaban presentes temas que aquí van a volver a aparecer: la niñez y adolescencia, el crecimiento, lo incomprensible del mundo adulto, cierta inadecuación con el entorno y la búsqueda de un lugar en el mundo.

La protagonista de este film es Gelsomina, una chica que está entrando en la adolescencia, hermana mayor de una prole de hijas mujeres en una familia de apicultores de las afueras de un pueblito italiano. El padre, Wolfgang, es un inmigrante alemán, un extranjero en todo sentido, un tipo amargado e irascible que reniega del contacto con la sociedad y solo se preocupa por su rudimentaria fabrica de miel casera. No es que se trate de un hippie con ideales de volver al contacto con la tierra, sino un sujeto con ideas apocalípticas, una versión bajo perfil de esos survivalistas o “preppers” que en los Estados Unidos se preparan para el fin del mundo, solo que sin llegar a armarse y construir un refugio, pero compartiendo la visión de un final inminente para el cual conviene estar alerta y vivir lo más aislado posible. La madre, Angélica, no parece compartir esta visión y es más solidaria con sus hijas, pero tampoco puede hacer demasiado.

Toda la familia trabaja en la granja, en especial las hijas, con Gelsomina a la cabeza, y con un control férreo por parte del padre que para otras cosas de la vida las deja bastante sueltas. A Gesolmina, con la adolescencia golpeando a la puerta, esa vida ya no le cierra. El aislamiento se convierte en encierro y quiere abrirse al mundo. A ese equilibrio, frágil de por sí, vienen a sacudirlo dos episodios. Por un lado la llegada a la casa de un joven delincuente, también inmigrante alemán, que es traído a la granja como parte de un programa de reinserción social. Por otro lado, la llegada al pueblo de un programa de televisión que viene a grabar en la zona e invita a las familias del lugar a participar de un concurso con sus productos.

Las maravillas retrata el fin de un tipo de vida y de un modo de relación comunitaria que viene a recibir sus últimas paladas con la llegada del turismo, el consumo y la tecnología agraria (en particular los agroquímicos). Pero, aun cuando lo que viene es peor, Rohrwacher da cuenta que las cosas son complejas y no idealiza ni romantiza ese supuesto paraíso perdido, como pueden hacer el padre, encerrado en su colmena, o el programa de televisión, que explota la imagen falsa de familias viviendo como antaño para vender un show de pintoresquismo.

Lo interesante además es que el punto de vista es el de los chicos y en particular el de Gelsomina, para quien las reacciones de los adultos son bastante ilógicas e incomprensibles, pero también se distancia de sus hermanas más chicas ya que el mundo de la infancia ahora tampoco la identifica. Su experiencia con ese entorno es de otro orden y por eso en el film ocupa un lugar importante lo sensorial, el sol, el agua, el viento sobre los cuerpos, el contacto real con la naturaleza, ya que la relación de su protagonista es más vivencial que las racionalizaciones y justificaciones que puedan hacer sus padres o los responsables del programa. A eso contribuye una bella fotografía de toques impresionistas.

Aunque por momentos se sientan ciertos recursos un poco obvios (el joven delincuente tímido pero sensible), Rohrwacher apuesta a un tono íntimo y emotivo que es logrado, no abusa del costumbrismo en el retrato de la comunidad, y más bien da complejidad y hondura a sus personajes, y hasta se permite algunas escenas que coquetean con el surrealismo.

LAS MARAVILLAS
Le Meraviglie. Italia. 2014
Dirección: Alice Rohrwacher. Intérpretes: Alba Rohrwacher, Maria Alexandra Lungu, Sam Louwyck, Sabine Timoteo, Agnese Graziani, Luis Huilca y Monica Bellucci. Guión. Alice Rohrwacher. Fotografía: Hélène Louvart. Edición: Marco Spoletini. Música: Piero Crucitti. Duración: 110 minutos.