En lo más profundo de Italia, en un pueblo rural marcado por el abandono, atravesado por las libertades que solo se les permiten a los marginados de la ciudad, crece Gelsomina (Maria Alexandra Lungu), una joven que carga con el peso de ser la cabeza de una familia numerosa. A su alrededor, el mundo se derrumba, sus padres establecieron su destino y el de sus hermanas, apartarse de la cotidianeidad que viven sus pares del pueblo para dedicarse a la apicultura. Sin embargo, la llegada de un reality-show conducido por Milly Catena(Monica Bellucci) desestabiliza su cotidianeidad y pone en peligro el patriarcado de Wolfgang (Sam Louwyck), el padre de Gelsomina.
Esta historia marcada por las extrañezas que se suceden con completa naturalidad, es la tercera obra de Alice Rohrwacher como realizadora y guionista. Se refiere, claramente, a una protesta contra las reglas preestablecidas, el mandato del patriarcado y la invasión de la ciudad al campo. Pese a que el contenido no lo es todo, la forma de representarlo nos mantiene en vilo durante toda la historia. Es preciso destacar el hecho de que sea una preadolescente quien conduzca el relato, ella está en pleno cambio físico, mental y emocional; los conflictos internos y externos la atraviesan violentamente y sus resoluciones perspicaces la hacen cada vez más grande y a la película más interesante. De este modo, tenemos una narración interesante que se sostiene por si sola con el drama y la comedia que se desarrolla entre los personajes y las situaciones en las que los obligan a participar.
“Las maravillas” se desarrolla en el contraste, no importa desde donde la veamos o escuchemos. En cuanto a los escenarios, predomina el terreno rural árido y, luego, sus personajes se moverán por otros, donde prime el agua, la vegetación o la urbanización generando no solo un contraste entre paisajes sino también de los personajes fuera de su zona de confort. A su vez, la fotografía, no ajena a esta propuesta, nos ofrece iluminaciones que potencian majestuosamente cada evento y generan en el espectador una sensación de extrañeza que lo mantiene atento, pero lo verdaderamente destacable es el diseño de producción. Desde vestuario, maquillaje, utilería, todos los elementos coexisten armónicamente con la historia y entre ellos, una sintonía en la que ningún detalle está librado al azar y funciona, transmite y atrae. De esta forma, se construye un nuevo universo, el de “Las maravillas”, excéntrico como el solo pero con elementos audiovisuales tan bien enlazados que pasan desapercibidos y nos permite apreciarlos con total naturaleza. El final inesperado deja con un sabor amargo pues no se anticipa en ningún momento y termina por arruinar el tratamiento planteado anteriormente o es tan profundo que solo algunos podrán comprenderlo.
Alice nos invita a la reflexión en un intento por concientizarnos sobre una realidad que, consciente o inconscientemente, todos somos partícipes. En un mundo donde el paso de la urbanización y el capitalismo lo destruyen todo, quizá la destrucción del mismo sistema patriarcal sea la esperanza.