Vodevil francés, ridiculización española
Si nada para destacar, el film de Phillippe De Guay es puro efecto de guión al que Buñuel hubiera destruido desde la primera toma.
La comedia standard francesa tiene sus adeptos y defensores incondicionales. Con su rancio estilo originado en el vodevil que establece sus características con una puesta en escena teatral, diálogos funcionales y personajes arquetípicos, la tradicional comedia gala, lejos de la concretar un discurso que se aproxime al cine, continúa acumulando espectadores en forma masiva. Poco tiempo atrás fue Las mujeres al poder (Potiche) del sobrevalorado Francois Ozon, que proponía una placentera manera de vivir los conflictos al articular un argumento donde se reconciliaban las ideas marxistas de un líder obrero con la esposa del dueño de una fábrica, claramente tipificada como la burguesa triunfante luego de la posguerra. Mirtha Legrand, a finales de los ’80, encarnó en teatro el rol que le correspondería a Catherine Deneuve en la cinta de Ozon.
No es casual que nuevamente durante los años sesenta se materialice la historia de Las mujeres del sexto piso, dando la impresión que el Mayo Francés, la toma de la Sorbone y las prédicas de Sartre sobre el marxismo no existieran para la comedia vodevilesca francesa. Se dirá que no es necesario pedirle demasiado a una mirada sobre el mundo que soluciona los conflictos sociales y políticos a través de una serie de equívocos y situaciones que transcurren entre cuatro paredes. De acuerdo, está bien.
Sin embargo, ni aquel film de Ozon ni este de Phillippe De Guay se caracterizan por su impacto humorístico ni por la originalidad de su historia, ya de por sí, inverosímil y bastante superficial, tan sabrosa como una gelatina bajas calorías. De ahí que sorprenden las cifras exitosas del combo fílmico en su país de origen, aun cuando se entienda que se trata de un cine que necesita toda industria para sobrevivir, pero con una manera de hacer películas concebidas a reglamento, que ya tenían su fecha de vencimiento en los primeros años del sonoro.
Las mujeres del sexto piso es puro efecto de guión donde se muestra el contraste entre un matrimonio al que Buñuel hubiera destruido desde la primera toma, en oposición a un grupo de españolas que huyeron del franquismo, trabajan como mucamas y son expertas en el arte culinario. Con este conflicto la película adopta una postura que, aun siendo subliminal, adquiere un tono pedante y presuntuoso desde la mirada francesa hacia las vulgares mujeres españolas. Los chistes son obvios en relación a la preparación de las comidas, y la caracterización de los arrogantes franceses y la simpatía forzada de las hispánicas buscan su lugar en el mundo. Por momentos, la historia parece escrita por el fantasma de De Gaulle con la aprobación de Sarkozy pero tampoco es necesario buscarle demasiadas vueltas al asunto. Como comedia a secas que se precie de tal, Las mujeres del sexto piso –más allá de los esfuerzos de un buen actor como Fabrice Luchini- es menor, vacua y de olvido inmediato.