La complejidad de la simpleza
Ya desde el título, el director Philippe Le Guay se sitúa desde un punto en especial para narrar el film. Las mujeres son aquí el eje de la cuestión. La película nos transporta a lo que pasaba en Francia cuando paralelamente en España se vivía el franquismo. El contraste social de la época se logra mediante un edificio en el que conviven tanto las empleadas domésticas como las damas adineradas que contratan su servicio.
Con la llegada al poder del general Francisco Franco muchos de los españoles deciden exiliarse como método de escapar de ese régimen autoritario y hostil. Uno de los lugares de escape, sin duda debido a la distancia, fue Francia. Philippe Le Guay construye el exilio de seis mujeres españolas que van a parar a Francia. Ellas son amigas y parientes y fortalecen sus vínculos trabajando como empleadas domésticas en las casas de varios ricachones. Lo particular es que todos van a convivir en un mismo ambiente, en un edificio en el que por un lado estarán los pisos de los empleadores y por el otro el piso en el que viven todas las empleadas, el sexto.
Es una gran obsesión el hecho de que la empleada conquiste a su empleador. Perder o abandonar la asimetría por un sentimiento más importante que el dinero sería tal vez la hipótesis. Pero en este caso no es un amor deslumbrante lo que destruye al poder dominante y lo vuelve par. Es una nueva visión del mundo la que María (Natalia Verbeke) le presenta al señor Jeaubert (Fabrice Luchini). Después sí, este hombre tendrá la posibilidad de conocer a las demás mujeres que hacen que rompa todas aquellas estructuras de cómo había que vivir.
Cuando aparece, el humor sólo lo hace para aplacar la melancolía y la nostalgia de la época; y las imágenes y los colores cumplen el objeto de transportar en el tiempo. Asimismo, los detalles de las casas son muy importantes: de un lado tenemos la belleza y los lujos que en ningún momento se cuentan sino que son las imágenes las que hablan. Por el otro lado aparecen las habitaciones de las empleadas domésticas, pequeños cuartos que no tienen nada más que lo esencial. El baño era compartido por las mujeres que vivían en el sexto piso y su ducha era mediante una palangana.
En cuanto a las mujeres, como expresaba en un principio, constituyen el tema central. Además del contraste de dinero entre francesas y españolas, está la diferencia de personalidades. Quedan muy expuestos los modos de las mujeres de cada nacionalidad. Más allá de que cada mujer sea un mundo, la crianza y los valores son propios de la sociedad en que se vive y definen sin duda el trato con los demás. Quizás al ser mujeres de un mismo país la película pasaría a ser una más, pero sin embargo explora contrastes continuos y atractivos. Es muy notable la alegría española (llamativa por los pesares que les tocaba vivir) y en definitiva es la que hace mover los pisos del edificio convulsionando a sus propietarios. Aunque en realidad lo que está haciendo es modificar los cimientos, construir una nueva forma de ver la vida mediante la mezcla de dos percepciones diferentes.
Por último, es bueno resaltar que el director no cierra a sus personajes, sino que los representa en un momento. Sí hay un final marcado y el mayor conflicto se soluciona, pero no condena a los protagonistas principalmente a ser felices para siempre por tratarse de un film de amor. Porque este amor sobrepasa al de dos personas y pasa a ser colectivo.