La espera trágica
En su debut como guionista y directora, Marcela Balza propone un sórdido film noir, que desemboca en una suerte de tragedia griega.
Fernanda (Erica Rivas), y su mamá Regina (Marilú Marini) viven en el hotel que administran en una localidad del interior de la provincia de Buenos Aires. Por alguna razón parecen depender de los hombres: esperan que algún día regrese Miguel (Rafael Spregelburd), el hermano e hijo, respectivamente, que se embarcó hace 20 años y nunca volvió. Le dieron un poder a un primo acaudalado, que no resultó ser tan prometedor como parecía. En cada hombre ven la posibilidad de la salvación, como si fueran decadentes princesas esperando al rescatador en lo alto de la torre.
Una noche la solución parece estar más cerca de lo habitual; un extraño se registró en el hotel, y trae mucho dinero consigo. El plan será sacar “sólo lo necesario” para cubrir algunas deudas, aunque las cosas pueden complicarse. Bastante.
A pesar de transcurrir en la actualidad, la atmósfera de la película es opresiva, y remite a los años ´50. Los vestidos por debajo de la rodilla y ceñidos a la cintura que usan estas mujeres, los peinados, la decoración del hotel, su iluminación, todo remite al pasado. Incluso el trabajo de costura y bordado que hacen madre e hija no condice, al menos, con la edad de la más joven de ellas.
Balza encara la historia focalizando en la especial relación entre madre e hija, simbiótica y claustrofóbica, y muy bien interpretada por Rivas y Marini. Los perfiles psicológicos están bien construidos, y los aspectos estéticos del filme están muy cuidados para generar este clima que la película logra transmitir. El ritmo por momentos es algo lento, y hacia el final hay un exceso de cortes y fundidos a negro, que entorpecen la narración. A pesar de esto, es una ópera prima bien realizada, un trabajo respetable.