La adolescencia ya es de por sí una etapa complicada. Y además en el medio pueden pasar cosas que la hagan aún más difícil. A Sol le pasan unas cuantas. Julieta, su madre, decide mudarse con su nuevo novio al pequeño pueblo donde este reside y, por supuesto, se lleva a su hija con ella pese a sus protestas. El recibimiento no puede ser menos auspicioso. Gonzalo resulta ser un cretino agresivo y desubicado, y como Julieta tiene que trabajar en horario nocturno Sol debe compartir las noches con su incómoda presencia. La solución que al tiempo encuentra a este incordio es escaparse con frecuencia a recorrer el pueblo. En el colegio las cosas no van mejor. Sola, sin amigos y víctima del maltrato de un grupo de compañeras, solo uno de los chicos le demuestra empatía y amistad (y también un interés que puede ir más allá) pero como es el novio de su principal acosadora eso también va a traerle problemas.
La bomba de la ansiedad y la angustia adolescente está servida y lista para estallar. El vehículo para ello llega en forma animal. En medio de uno de sus paseos por el pueblo Sol se encuentra con una perra herida a la que libera de una trampa. Al verse libre, el animal la muerde y escapa. Pero esta mordida parece jugar a partir de entonces de lazo simbólico y simbiótico entre ambas. Sol responde instintivamente a este llamado de lo salvaje y la perra de un brillante color blanco se le va a aparecer en diferentes ocasiones, sobre todo cuando Sol está en peligro, para equilibrar las cosas en su favor de manera cruenta.
El segundo largometraje de Sebastián Perillo es un relato de terror sobrenatural con elementos de Coming of Age que remite en buena medida al universo de las primeras obras de Stephen King, especialmente “Carrie” y “Christine” y sus respectivas adaptaciones cinematográficas, con sus adolescentes desajustados y acosados que encuentran en un elemento fantástico su vía de escape y de venganza.
Si en su película anterior, Amateur (2016), Perillo hacía explícitas sus influencias poblando el relato de guiños y citas, en Las noches son de los monstruos prefiere que sus referentes se manifiesten puramente desde la puesta, que en este caso es deudora del cine de terror americano de fines de los 70 y principios de los 80. En ese sentido es que va la banda sonora de Darío Ramos Maldonado en la que suenan omnipresentes los sintetizadores que vuelven a estar en boga en el cine fantástico y tienen a John Carpenter como maestro e inspiración sonora.
Como en buena parte de los films de terror con adolescentes, su protagonista es una outsider, aquí también en el sentido literal, y el film aborda la problemática en su variante oscura y amenazante. Tanto Sol como la perra con la que encuentra ese lazo indeleble son animales acorralados. Perseguidos como monstruos, asumen esa identidad como escudo. Su reacción a la hostilidad del entorno será defenderse a dentelladas.
Pero hay también un crecimiento que implica que Sol, un personaje al principio silencioso, huidizo y a la defensiva, va a tener que encontrar otra forma de plantarse y hacer oír su voz, por ejemplo al decirle a su madre lo que esta no quiere oír acerca de su pareja. Así también hay una suerte de empoderamiento en tanto Sol, y eventualmente Julieta, tendrán que hacer frente a un tipo violento y a la red de complicidad que le brindan otros hombres, a la cabeza de ellos un oscuro policía interpretado por Gustavo Garzón.
La perra no tiene nombre y nunca se aclara su origen. Tampoco se identifica la ubicación del pueblo y sabemos desde el principio que hay una amenaza latente en sus alrededores en la forma de un puma suelto al que no vemos hasta cierto momento y que podría estar vinculado a los otros fenómenos o no. Perillo va introduciendo el elemento sobrenatural al principio con pequeños indicios cuya presencia va creciendo hasta volverse evidente y apuesta de manera sugerente por la ambigüedad y el misterio.
LAS NOCHES SON DE LOS MONSTRUOS
Las noches son de los monstruos. Argentina. 2012
Dirección: Sebastián Perillo. Elenco: Luciana Grasso, Esteban Lamothe, Jazmín Stuart, Gustavo Garzon, Agustín Daulte, Macarena Suárez. Guión: Paula Marotta. Fotografìa: Cristian Cottet. Música: Darío Ramos Maldonado. Edición: Nicolás Goldbart, Flor Efrón, Francisco D’Eufemia. Dirección de Arte: Juan Valle. Producción: Sebastián Perillo, Fernando Abadi, Rosana Ojeda. Duración: 96 minutos.