La tercera película del realizador de “Gigante” y “El 5 de Talleres” cuenta la vida de un hombre a partir de distintas situaciones vividas a lo largo del tiempo en distintas vacaciones en playas de Uruguay. Una premisa fantástica (cada vez que el protagonista sale del mar está en otro momento de su vida) para un filme que repasa y recorre esos pequeños momentos que pueden alterar por completo el curso de una vida.
“Fantástico rioplatense”, define el director argentino radicado en Uruguay, cuando se pone filosófico (algo que no sucede muy a menudo) acerca de su obra cinematográfica más reciente, LAS OLAS. Su tercer filme marca un nuevo cambio estilístico en su carrera, tras el minimalismo uruguayístico de GIGANTE y el naturalismo bonaerense de EL 5 DE TALLERES. Acaso con más influencias literarias que en sus filmes previos, Biniez construye una suerte de relato poderoso y reflexivo en el que repasa una vida entera a partir de situaciones pequeñas y específicas.
La curiosidad de la trama es la siguiente. Cada vez que Alfonso (Alfonso Tort) sale del mar o el río en el que se mete a bañarse en alguna playa de Uruguay aparece en otra vacación y otro tiempo de su vida. Es él mismo, siempre, pero pasa de estar con unos amigos en la adolescencia, a lidiar con su situación familiar actual a estar con sus padres en unas vacaciones de niño, y así… Pero no como simple observador que ve todo desde afuera, sino que es él mismo con su cuerpo adulto involucrado en esas situaciones (el esquema queda claro, para los que puedan no entenderlo bien a primera vista, cuando está con sus padres y habla como un niño de no más de 5, 6 años) y atravesando esos momentos en cierto modo formativos pero nunca de manera muy evidente.
Dividida en episodios con títulos de libros de aventuras de la Colección Julio Verne o similares, y con la colaboración en el montaje de Alejo Moguillansky, quien en su cine también parte de propuestas altamente lúdicas, LAS OLAS es una película que va armando de a poco el rompecabezas que es la vida de su protagonista, ya que las secuencias no son cronológicas pero sí significativas. Al final, cuando vuelva a ese posible presente, veremos a Alfredo de otra manera. Ya no es uno más en las calles de Montevideo. Es una especie de Eternauta que viaja por el tiempo buscándose a sí mismo.