La nueva película del argentino radicado en Uruguay Adrián Biniez puede parecer un juego estilístico, pero la primera palabra está lejos de confirmarse en una realidad.
Es que Alfonso, el protagonista de la tercera película de Biniez, luego de las muy distintas Gigante y El 5 de Talleres, cada vez que ingresa al agua, sea del mar o de un río en el Uruguay, cuando sale es él mismo, pero en otro momento de su vida.
No cambia su cuerpo, por lo que puede ser que esté hablando como un niño de 6 años.
La extrañeza que causa tal(es) situación(es) en parte se ve diluida porque cada episodio específico estás separado con el título de un libro de aventuras.
Entonces lo que vemos es una unidad, una integridad fragmentada, y la suma de esas partes nos dan una idea de cómo es, qué piensa, qué lo motiva y por lo que ha pasado Alfonso en su vida.
Así, Alfonso camina descalzo por la ciudad, con su malla puesta. Hay un trabajo desde el absurdo, y desde lo fantástico. La posibilidad de recorrer la vida, volver al pasado para luego ubicarnos en el presente es más que un idea original.
Todo esto lo confirma el hecho de que la actuación de Alfonso Tort es, si se quiere, monocorde. Julieta Zylberberg –que había tenido una brillante actuación en El 5 de Talleres- aquí corre con un rol secundario en esta película atípica, sí, pero atípicamente atractiva.