Hay elementos que nos parecen la clave en la creación del germen de un filme: la idea, o sea lo que podríamos juzgar como “una buena idea” o “una idea original”, usando frases hechas que solemos decir sobre ese aspecto de una obra artística. Es en parte cierto que una idea es el disparador inicial, la llama que se enciende, el primer tiro al blanco en pos de gestar algo de orden creativo, en este caso en la creación de un filme.
Pero desgraciadamente solo con buenas ideas no se hacen buenas películas, pues es indiscutible que un filme sólido, y más aún un relato autoral, es mucho más que una ingeniosa primera chispa motora, esa llama que encendió la mecha del proyecto, esa musa necesita una serie de otras tantas musas más, además de mucho trabajo para alcanzar la plenitud de un filme en toda su magnitud. Toda esta introducción, extensa tal vez, no es caprichosa, es abrir el tema para hacer pie sobre el problema que claramente padece este filme uruguayo.
Su director Adrián Biniez, que había logrado un peliculón con Gigante (2009) por el que se le otorgó ni más ni menos que el Oso de Plata de Berlín, busca en Las olas, a partir de una “idea ingeniosa” hacer una historia más ambiciosa que el resultado alcanzado.
Si el cuentito de filme es “Un joven (Alfonso) que puede viajar en el tiempo – concepto muy de ciencia ficción- ya que cada vez que entra a bañarse al mar , en distintas partes de la bella costa Uruguaya, cuando sale del agua se encuentra en un momento del pasado de su vida, y así va y vuelve en este paseo fantástico a través del cual descubrimos pequeños momentos de su pasado, para volver al presente”. Con estos datos no spoileo nada clave por decirles el final, no es ese el plato fuerte ni el punto revelador del relato.
Lo que parece haber querido ser una revelación para el director era lograr comicidad y originalidad con las situaciones narradas en ese viaje temporal de corte fantástico, pero no es eso exactamente lo que el filme produce. La risa surge de algunas situaciones en las que filme trabaja lo absurdo, pero no hay mucho más que ese chiste efímero. Y lo genérico confunde a la mayoría pues no hay pistas simples para decodificarlo.
Una de las decisiones poco atractivas para que una idea “ingeniosa” no pueda funcionar es equivocarse en el tono de la actuación del protagonista. En la que el mismo actor hace todos los roles en las distintas edades que atraviesa durante el viaje: infancia, pre adolescencia, adolescencia, adultez. O sea que está siempre igual vestido, en malla y descalzo, actúa con el mismo tono y los mismos modos, no importa la edad que tenga en la escena ni la situación que atraviese. Por otra parte las escenas descriptas en la historia no generan gancho, ni atractivo, ni mucha empatía y menos aún reflexión.
Es un logro hacer este tipo de filme con muy bajo presupuesto, también es entretenida ya que es muy dinámica, tiene algunas bellas imágenes del paisaje local y algunos momentos simpáticos, pero no alcanza en absoluto lo que se propone.
Por Victoria Leven
@LevenVictoria