Realizar un documental autobiográfico es un gran desafío, tanto personal como profesional. Por un lado, debe llevarse a cabo en un momento importante de la vida del realizador, donde el pasado sea valioso a tal punto de quererlo compartir con los cientos o miles de eventuales espectadores. Desde el punto de vista cinematográfico, el director tiene que desnudar no solo su vida en la pantalla, sino que su ideología, pensamiento y parecer estético con el correr de los fotogramas. Tal proeza es lograda con exquisita delicadeza en Las Playas de Agnès, donde Agnès Varda nos invita a mirar sus vivencias a través de sus ojos llenos de arte.
La protagonista es una inquietante personalidad. Ya con su peculiar peinado, la forma de caminar y la constante alegría que muestra a sus histriónicos ochenta años. Conocida en un principio por sus trabajos fotográficos, la artista fue un referente del impresionismo en pleno apogeo artístico francés. Más tarde, sintió la necesidad de trasladar sus imágenes al movimiento que proporciona el cine. Dirigió, escribió y produjo más de cuarenta trabajos, algunos en los que coqueteó con el mercado estadounidense.
La forma en que su vida es contada es, en su mayoría, cronológica. La película inicia con la puesta en escena de una playa, donde sobre la arena yacen numerosos espejos que reflejan inequívocamente al mar. “Si se buscara dentro de la gente, se encontrarían paisajes; si se buscara en mí, encontrarían playas”, es la primera reflexión que dice y explica el escenario principal de la historia. Lo original es la forma en que se adapta esa orilla a diversas etapas de su vida, donde veremos desde una decena de chicos jugando hasta un espectáculo circense. Así, sucesivamente, se van repasando las historias de su infancia, las maritales, familiares y profesionales. Cuando se adentra profundamente en su trayectoria, el filme desacelera el interesante ritmo que llevaba adelante, cuando se empiezan a dar demasiados detalles sobre proyectos y, sobre todo, políticos, colegas, actores y estrenos. Información interesante, claro, pero contada de una manera que desarticula el relato.
El mayor merito que logra Varda es transmitir su candidez humana en todo momento. Una película autobiográfica no podría ser tan alegre, inspiradora y apasionada por el arte y los suyos sin una persona que responda a todas esas cualidades. Es por eso que, si uno ve esta historia de vida, es posible que haya conocido con bastante cercanía a Agnès, sin importar la brecha generacional o los kilómetros que separen a la realizadora de la audiencia.