Celebración. Y a mucha honra
La palabra celebración, tiene mala prensa, más si se la une a la palabra vida, celebración de la vida y eso suena como un estruendo a las tres de la mañana, pero que otra cosa se puede decir de la última película de Las playas de Agnés, si no que es una celebración, no solo de de la vida, además de su vida y del cine mismo.
Desde el inició del film, cuando juega con espejos frente al mar produciendo un instalación plástica que réplica infinitas olas y cielos, mientras explica que cree que si a un hombre se lo abre aparece un paisaje y su paisaje son las playas. Desde allí queda formulada la línea directriz del film, que recorrerá, la vida de la directora desde su infancia en Bélgica, hasta la celebración con sus vecinos de sus ochenta años.
Sin duda en la vida de Agnés, como en todas las vidas, no todo fue celebraciones, vivir en la Francia ocupada y presenciar como la policía francesa detenía niños judíos para depórtalos a los campos de concentración, hasta la enfermedad y muerte de su marido, el cineasta Jacques Demy, pero todo configuro a esta mujer y artista extraordinaria, que a los ochenta años nos regala una maravillosa obra de arte: su vida.
Con imágenes de sus film, Agnés recrea su propia vida y explica algunos secretos de sus historias, transita playas lejanas y próximas, celebra encuentros con amigos celebre o no tanto, sus muestras fotográficas o como artista plástica en la Bienal de Venecia.
Agnés despliega en ciento diez minutos, una vida que tardarán años en ser estudiada y analizada. Lo dicho Las playas de Agnés, es una celebración de una vida muy digna de ser celebrada.