A los 81 años, con el mismo corte de pelo que lucía en los '60, Agnès Varda reconstruye buena parte de su vida con la poesía que acompañó siempre sus películas. Empieza recorriendo las playas de la infancia en su Bélgica natal, barridas por el viento del Mar del Norte, fuera de temporada. Desfilan familiares, vecinos y fantasmas entrañables. La casa de los años tiernos, los bravos días de la Ocupación, la discriminación racial, Jean Vilar y su teatro Nacional y Popular. Los primeros cortos artesanales, la Nouvelle Vague, “Cleo de 5 a 7”, “La felicidad”, el redescubrimiento del cine. Jacques Demy, el amor correspondido, los viajes a Cuba, a China, la guerra de Vietnam, los movimientos feministas. Un irreconocible Gérard Depardieu muy jovencito recorriendo las márgenes del Sena como un clochard. Una mirada honda a ese tiempo en que todo parecía posible. Varda no se recuesta en la nostalgia, pero sabe que fue testigo y protagonista de unos años maravillosos e irrepetibles.