Las playas de Agnès

Crítica de Roger Koza - La Voz del Interior

MI VIDA EN FOTOGRAMAS

Una de las grandes películas del año no ha sido lo suficientemente valorada por las nuevas generaciones de cinéfilo y críticos, a pesar de ser un film sólido y libre

“¿Qué es el cine?”, se pregunta Agnès Varda, el único miembro femenino de la Nouvelle Vague, cuando su película-autorretrato está a punto de culminar. Su respuesta es una cita oblicua al padre de la crítica cinematográfica, André Bazin: “La luz que viene de algún lado capturada por imágenes, algo oscuras y coloridas”. Y agrega, en una casa improvisada cuyas paredes están formadas por películas descartables de 35 mm: “Aquí, me siento como si hubiera vivido en el cine, que el cine es mi hogar. Pienso que siempre viví en él”. Para los hijos del cinematógrafo del siglo XX es inevitable yuxtaponer sus historias personales con la Historia del cine (y del siglo), pues acaso el cine ha sido desde un principio un suplemento de la memoria (individual y colectiva).

Tras dos homenajes recientes en el festival de Guadalajara y en el último festival de Cannes, la octogenaria realizadora, una auténtica espigadora con una cámara, selecciona materiales diversos (recuerdos de su infancia, escenas de sus películas, fotografías propias, pinturas, instalaciones, material de archivo) e intenta hilar una narración sobre su propia vida. Sus playas, el paisaje que se encontraría si se pudiera ver en su interior, son los recuerdos que, como queda establecido en la primera escena, son espejos sostenidos por otros para poder reconocerse. Aquí, la metáfora del cine como un espejo de conocimiento alcanza su apoteosis.

La vida de Varda está atravesada por el siglo XX, y sus amistades e intereses son un buen ejemplo: la constitución del cine moderno, la Segunda Guerra Mundial, Vietnam, la Revolución Cubana, los movimientos libertarios de la década del ’60, Jim Morrison, Chris Marker, Godard, (al que se lo ve sin anteojos), Jane Birkin y tantos otros constituyen la materia de sus memorias. Un buen segmento de la película gira en torno a su marido, el cineasta Jacques Demy, a quien Varda sigue amando, a pesar de su muerte temprana, de lo que se predican algunos interrogantes sobre el modelo matrimonial de la pareja.

Este biopic documental es indirectamente un ensayo sobre cómo constituir una existencia singular en obra de arte. El barroco lúdico de la puesta en escena y el narcisismo inocuo de la artista no deberían distraernos del espíritu libertario del filme. Las playas de Agnès no es otra cosa que la película de una persona libre.