Hay muchos pasajes conmovedores en este film que narra la odisea por la que pasa una embarazada para dar a luz en San Antonio, una pequeña localidad de la provincia de Misiones ubicada en la frontera entre Argentina y Brasil. Sobre todo, aquellos que ponen en evidencia la solidaridad y el coraje de dos mujeres jóvenes (Ailin Salas y Marina Merlino), que protagonizan una especie de fatigosa road movie de a pie por un paisaje cautivante que la película se ocupa de mostrar en todo su esplendor a través de una serie de bellísimos planos. Se trata de una licencia poética que Pedro Wallace logra integrar al fresco general del relato como singular contrapunto de aquellos que, con más crudeza, cuentan las condiciones inaceptables de la salud pública en un lugar que parece estar fuera del radar de las políticas públicas de dos países limítrofes.
Parte de la eficacia de esta ficción -inspirada, según declaró el director, en un caso ocurrido en Salta, lugar donde él vivió muchos años- se debe a las muy buenas interpretaciones de las dos protagonistas, que son muy elocuentes pero no resignan aplomo ni sobriedad. En cada actitud de resistencia que ellas van asumiendo en ese entorno que se va volviendo cada vez más hostil, se revela con una claridad que emociona una enorme valentía. Los hombres con los que conviven se esfuman de la escena, y cuando aparecen son indiferentes o directamente agresivos. Las preñadas es sin dudas una película de heroínas. No solo la millonaria maquinaria de Marvel produce ese tipo de personajes.