Edgardo Castro es un talentoso actor y director. Autor de un film inolvidable y radical como La Noche que, en esta, su tercera película, continúa trabajando en la fina línea que separa documental y ficción con resultados más que potentes. Aunque no es su cuerpo el que se pone en juego aquí, sino en de las ranas, como se llama en la jerga a las mujeres que visitan presos. Y que no son necesariamente esposas o familiares.
En particular, es el registro de la actividad de Bárbara, casi una adolescente que sobrevive vendiendo medias en la capital y comparte una precaria vivienda del Conurbano con su bebé. Y que cada semana viaja, con otras mujeres, hasta el penal de Sierra Chica, donde vive encerrada su “pareja”. Otro solo como ella, excepto cuando recibe su visita, para compartir un rato, alguna comida, un encuentro íntimo.
El acercamiento de Castro -es decir, de la película: la cámara, el registro del sonido- es bien interesante. Con una cercanía que no se siente invasiva, que sigue a sus personajes sin interrumpirlos ni exigir ninguna pose. Respetuosa y directa, Las Ranas es una de esas películas capaces de ver y mostrar la realidad de vidas difíciles con una sensibilidad que nunca se confunde de protagonista.