Documental carcelario de Edgardo Castro
Una reflexión sobre la vida de una mujer que debe lidiar con un presente que no eligió y en el cual la economía, el amor, su desarrollo emocional, su horizonte de expectativas quedan supeditados a las decisiones de los otros y cómo éstas la llevaron al punto en el que se encuentra.
Castro es un hábil creador de proyectos en los que el espacio físico termina por definir y determinar el accionar de los personajes que los circundan. Es inteligente su mirada, nada peyorativa ni mucho menos estigmatizante, complicidad con los objetos que muestra y en los que rápidamente la confianza que deposita en el espectador, un expectante y activo sujeto que acompaña la cámara y los sucesos que se presentan es clave para avanzar en el relato.
Si en La noche (2016) él mismo desnudaba su alma para hablar de sujetos solos y que en la nocturnidad exploraban sus deseos, en Familia (2019) volvía a abrir su corazón para mostrar los fantasmas del pasado que reaparecían en el momento de convivir con sus padres durante los festejos de fin de año, aquí se corre del centro de la escena para mostrar cómo Bárbara (Bárbara Stanganelli) vive su presente, pero con la misma esencia que sus dos anteriores propuestas.El relato la muestra como una mujer joven, vital, que día a día atraviesa sus deseos por los de los demás, posponiendo sueños, saliendo a la calle a ganar dinero, cuidando de su pequeña hija, anhelando algún momento de ocio y visitando esporádicamente a su pareja, privada de la libertad.
Las ranas (2020) elige la cámara en mano para exteriores y espacios abiertos cuando los personajes deambulan, y los planos fijos para presentar cuerpos que se muestran limpiándose antes del contacto con el otro. En la preparación de los sujetos, la película dialoga con propuestas recientes del cine argentino como Los cuerpos dóciles (2015) o La visita (2019), pero sin detenerse en las razones ni siquiera en las decisiones que llevaron a esos sujetos retenidos por el sistema penitenciario, al contrario, refleja el “adentro”, cuenta qué pasa dentro de la cárcel, con una construcción que la posiciona como un espacio luminoso, comunitario, lleno de solidaridad y de igualdad, para nada romántica ni exagerando la marginalidad de aquellos que la habitan.
En una de esos encuentros, donde Edgardo Castro introduce su cámara, desnudando el duro camino que frecuentemente Bárbara y otras personas hacen para reencontrarse con sus seres queridos tras las rejas, dialogan: “todos los días son lo mismo” le dice ella a Nahuel, él le responde “¿y yo entonces?”, “para qué lo hiciste”, le responde Bárbara, entre risas, pero con un tono que devela su resentimiento hacia aquello que le toca vivir.
El lado B de esas visitas, los gastos, las estrategias que toman para llevar objetos prohibidos dentro del lugar, el arriesgarse para continuar con el deseo de la pareja y el afuera como un espacio que termina siendo un enemigo más dentro del conjunto de actores que configuran la vida de Bárbara, son sólo algunas de las ideas que Las ranas presenta, testimonio de cómo las acciones de los otros afectan a los sujetos y cómo algunos pueden levantarse de nuevo y luchar para progresar y mejorar.