El gesto no es nuevo: el recambio de lógicas protagónicas masculinas por femeninas viene ocurriendo en Hollywood en los años recientes de la mano de comedias, thrillers, superhéroes y franquicias como Cazafantasmas. Entre el oportunismo binario y la autonomía legítima, Las reinas del crimen es el último exponente de esa tendencia aunque su vocación por el revisionismo policial llegue un tanto rezagado tras la contundente Viudas de Steve McQueen.
El filme de la guionista-devenida-directora Andrea Berloff adapta un cómic sobre el salto al crimen de un trío de mujeres neoyorquinas a fines de la década de 1970 luego de que sus maridos mafiosos caigan en la cárcel. En irregular secuencia de aprietes y negociaciones con italianos, judíos e irlandeses, Claire Walsh (Elizabeth Moss), Kathy Brennan (Melissa McCarthy) y Ruby O’Carroll (Tiffany Haddish) pasan de la mortificación doméstica oscura y oscurantista a contar parvas de billetes.
El empoderamiento de visos incorrectos se expone en vestidos de pronto refinados, fiestas liberadoras y hasta en un disparo en la cabeza a quemarropa que Walsh celebra con un suspiro feliz. El personaje de Moss es el más interesante y mejor actuado y el que logra las escenas incómodas y cómodas de la película (la mutilación en la bañera del cadáver de un acosador, el beso tierno con su amante ilegal).
Si bien la intención y el mensaje son claros algo falla, y es la indecisión de Berloff entre imprimirle a la cinta un punzante espíritu scorsesiano o replegarla en el naturalismo sórdido. Con sus pausas, devaneos y regresos al campo de batalla doméstico –nunca abandonado del todo, como si el living y la habitación fueran más complejos que la gran ciudad-, Las reinas del crimen es lo segundo, un drama melancólico, contraído y maternal antes que matriarcal. La música urbana de pulso funk y subrayados de género –la apertura es acompañada del verso “It’s a man’s world”, “Es un mundo de hombres”- es síntoma clave de lo que el filme podría haber sido o quiso ser.
La fotografía de Marys Alberti y la recreación de época –terrosa, rústica, desgastada- son lo destacable de Las reinas del crimen, que peca de cierta rigidez, confusión y altibajos. Y, se sabe, la mafia debe ser impecable.