Se trata de la versión de un cómic (sí, créalo o no) sobre tres mujeres de un barrio irlandés cuyos maridos, mafiosos, terminan en la cárcel y ellas deben hacerse cargo de los “negocios”.
La idea consiste en pensar los géneros protagonizados por mujeres. Como siempre, la sola intención no basta para que una película sea buena.
En este caso, se trata de la versión de un cómic (sí, créalo o no) sobre tres mujeres de un barrio irlandés cuyos maridos, mafiosos, terminan en la cárcel y ellas deben hacerse cargo de los “negocios”.
Hay momentos de comedia, claro, porque la gran protagonista es Melissa McCarthy que, hasta donde sabemos, nunca está mal, incluso en películas muy malas. El problema es que el tema moral de la película está desplazado por mostrar cómo es de difícil para las mujeres ingresar a un mundo dominado por los hombres. No es que sea un mal tema, sino que dado que se trata de una película de gángsters, todo momento en el que la historia se detiene para darnos una lección se transforma en un ripio, cuando el solo movimiento de los personajes permite que el asunto fluya y esa lección llegue sola y naturalmente.
Uno de los grandes problemas del cine contemporáneo, y no sólo el que intenta tratar cuestiones de género, consiste en no confiar en la inteligencia del espectador para captar sutilezas. Por lo tanto, las elimina y las sustituye por trazo grueso. Aquí no hay demasiado, pero el que hay amenaza la historia.
Hay momentos, de hecho, que incluso con violencia y drama, parecen gags, desconectados del resto, como si hubiese sido necesario terminar un guión a las apuradas en el último tercio. La simpatía de los intérpretes, el clima y ciertos momentos, de todos modos, justifican la visión.