Ambiciones que matan
Las reinas del crimen es la opera prima de la guionista nominada al premio Oscar Andrea Berloff, basado en el comic The kitchen, de la compañía DC/Vertigo. La película está protagonizada por Melissa McCarthy, quien junto a Elizabeth Moss y Tiffany Haddish interpretan a las esposas de tres gangsters que toman el control de los negocios de sus maridos luego de que éstos sean encarcelados. Completan el elenco Domhall Gleeson, Common, James Badge Dale y Jeremy Bobb, entre otros.
Esta película, escrita también por su directora, se ambienta en el barrio de Hell’s kitchen, de la ciudad de Nueva York durante la década del 70, cuando tres mujeres toman el control de los negocios mafiosos que manejan los inmigrantes irlandeses. Y lo que comienza como una necesidad para sobrevivir mientras sus maridos están presos se convierte en una lucha por el poder que lleva a una escalada de violencia de la que nadie está a salvo. Es así como dentro de la trama se tratan temas como la violencia de género o el empoderamiento femenino, pero sin justificar por eso sino que cuestionando el accionar criminal de su trio protagónico, como hiciera en su momento Francis Ford Coppola con el personaje de Michael en El padrino.
Lo primero que vale la pena destacar de esta película es la actuación de Melissa McCarthy, de la que podemos ver el proceso que hace su personaje Kathy para dejar de ser una ama de casa y convertirse en una mujer poderosa, quien negocia de igual a igual con el capo de la mafia italiana, seducida por el poder y el dinero. Una actuación contenida, que al alejarse de los personajes paródicos a los que nos tenía acostumbrados, demuestra su talento para interpretar con verosimilitud situaciones complejas. Algo similar ocurre con Elisabeth Moss, cuya Claire deja de ser una víctima sumisa de la violencia de su marido para convertirse en una asesina fría e inescrupulosa, con un personaje contenido cuya procesión va por dentro.
Otro aspecto que vale la pena destacar es el diseño de producción, que reconstruye los barrios de Nueva York en la década del 70, recuerdan al cine neonoir de la época, como por ejemplo Taxi driver, de Martin Scorsesse. Común a este género es el uso de la violencia física brutal pero sorpresiva, ya que son escenas de corta duración pero que generan impacto en el espectador bajo un efecto sorpresa que no se espera.
En conclusión: una grata sorpresa, ya que nos introduce a Andrea Berloff, una directora con un futuro sumamente promisorio dentro de la industria, ya que en su opera prima pudo demostrar su enorme talento. Y el resultado final es un thriller atrapante que mantiene en tensión al espectador hasta el último minuto y lo invita a reflexionar sobre las consecuencias peligrosas de la ambición de poder.