La arqueología del saber
Ya se encuentra en cartelera Las Rojas (2021), la nueva película de Matías Lucchesi –Ciencias Naturales (2015) y El Pampero (2017)- que une por primera vez en la pantalla a las actrices Mercedes Morán y Natalia Oreiro, quienes logran un sólido y convincente dueto interpretativo. La acción se sitúa en la provincia argentina de Mendoza, en los escenarios naturales de Uspallata y Potrerillos, donde en un campamento alejado y de difícil acceso, Carlota (Morán), una legitimada paleontóloga, guarda un secreto. En sus épocas doradas Carlota ha sido reconocida por hallar los restos fósiles de aparentemente un grifo, una criatura mitológica cuya parte frontal es la de un águila gigante, con garras poderosas, y su parte posterior la de un león con patas fornidas y una extensa cola, cuyo descubrimiento comparte a cuentagotas con la comunidad científica. En dicho sentido, el guión escrito por Mariano Llinás y Lucchesi parece adherir a la hipótesis moderna que vincula el origen de los grifos a restos fósiles de criaturas prehistóricas, convirtiéndolos en seres mitológicos a falta de un referente real.
Todo cambiará al llegar al campamento Constanza (Oreiro), una joven paleontóloga enviada por la fundación que financia el proyecto con el fin de supervisar y generar un informe sobre la investigación de Carlota, cuya reputación y desempeño actual son cuestionados. Al comienzo, debido a sus diferencias pragmáticas, metódicas y hasta generacionales, ambas mujeres tendrán un vínculo áspero, lo cual se transformará al incorporarse al escenario un tercer paleontólogo que completa el triángulo que forma el esquema actancial, Freddy (Diego Velázquez).
A partir de allí se enfatizarán los elementos de este western local, en donde el personaje de Constanza oscilará entre la credibilidad y desconfianza de sus colegas. Este triángulo protagónico está compuesto por un dueto de mujeres belicosas, obstinadas, protectoras y bienintencionadas -nótese este juego del doble propio del cine tradicional, no sólo en cuento al género y la profesión sino porque ambas comparten la misma inicial en su nombre- que en contraposición es completado por Freddy, quien es definido peyorativamente por Carlota como un guaquero (ladrón de hallazgos). En la otra orilla en lo que atañe al género femenino de ellas, es la masculinidad la que representa en el film la amenaza y la codicia. Pero no todos los hombres son “malos”, también se encuentra Isidro (Alberto Leiva), un lugareño y aliado fiel de Carlota.
La película logra mantener intrigado al espectador constantemente, quien, al igual que los personajes, quiere develar el misterio que existe en las montañas Las Rojas. Asimismo, la narración consigue sostener la tensión permanente entre los protagonistas. En dicho sentido, sin profundizar en un desenlace que no se desea desenmascarar porque posee un logrado y parpadeante efecto sorpresa, se puede aseverar que lo que a priori se creía enmarcado dentro del western y del drama incluirá también elementos del género fantástico, por lo cual no tiene sentido encasillar al film dentro de un género determinado. Por último, resulta interesante el juego que realiza Las Rojas respecto a la diferencia del saber entre Carlota y Constanza, siendo Carlota con su sabiduría empírea la que posee el conocimiento. Todo ello se potencia a través de la moraleja del desenlace, cuando Carlota manifiesta “¿viste que no sabemos nada?”. En consecuencia, se podría catalogar a Carlota como el personaje delegado del relato, es decir, la encargada de impartir la tesis social que expone una crítica del mundo materialista y su codicia, en favor del respeto por lo autóctono y la naturaleza. En conclusión, Las Rojas es una lograda, refrescante y seria propuesta del cine argentino que atrapa al espectador de principio a fin mediante una historia consistente y entretenida, pero a la cual quizás le falte un pequeño plus para conmover a largo plazo.