Tras dos muy buenos largometrajes como Ciencias Naturales y El Pampero, el cordobés Matías Lucchesi viajó a los majestuosos exteriores de Mendoza para rodar una película con dos poderosas protagonistas femeninas (personajes al servicio de figuras de la talla de Mercedes Morán y Natalia Oreiro), aires de western y una vuelta de tuerca del orden de los fantástico basada en leyendas sobre el hipogrifo, un animal mitológico con algo de águila, de caballo y de león.
Uno podría decir que en la trama pergeñada por el propio director y el prolífico Mariano Llinás hay tres personajes centrales y uno secundario, pero en verdad los muchas veces hostiles paisajes montañosos de Uspallata y Potrerillos fotografiados a puras panorámicas en pantalla ancha por Ramiro Civita son también protagonistas de un film que pendula no siempre con la fluidez deseada entre el drama y el cine de aventuras.
La primera escena de Las Rojas es desconcertante: Carlota (Mercedes Morán), reconocida paleontóloga, es entrevistada en el programa Ciencia Hoy de la televisión italiana y termina peleándose en cámara con el conductor. Estamos ante una mujer avasallante, de pocas pulgas, que no está dispuesta a (con)ceder en nada. Nos reencontraremos con ella en un aislado campamento ubicado en plena zona andina y hacia allí se dirige también Constanza (Natalia Oreiro), alguna vez promisoria paleontóloga pero que hoy cumple funciones administrativas para una fundación extranjera que financia proyectos como los de Carlota. Cuando la dueña del lugar se da cuenta de que Constanza está allí para controlar su trabajo y las finanzas las tensiones entre ambas resultan más que evidentes.
Pero no serán ellas las antagonistas principales de este western contemporáno, ya que pronto aparecerá un tercero en discordia, Freddy (Diego Velázquez), al que Carlota ve como el diablo personificado porque constituye una competencia y amenaza a todo lo que ella ha ido consiguiendo (descubriendo), y con el que Constanza tendrá en principio algún tipo de acercamiento íntimo. No conviene adelantar más detalles de una película que, como quedó dicho, va del realismo puro a los más variados géneros y de allí a lo fantástico en un vuelco que por momentos remite a otro film rodado en Mendoza como Muere Monstruo Muere, de Alejandro Fadel.
Más allá de algunos elementos dramáticos cautivantes, del imponente despliegue visual y sonoro (la música de Hernán Segret es bella, pero demasiado intrusiva) y del indudable profesionalismo de sus intérpretes, el resultado de Las Rojas no es tan satisfactorio como los antecedentes de Lucchesi hacían suponer. No deja de ser una propuesta valiosa, parcialmente lograda, pero había en este proyecto recursos y talento para algo más.