La flamante “Las Rojas” encierra un fuerte sustento ideológico para subvertir la noción del western como género masculinizado. Es de valorar la existencia de una película que corre el riesgo de salirse de toda fórmula y molde concebido. Filmada en Mendoza, en la zona de Uspallata, nos trae la fuerte presencia de dos personajes contrapuestos, quienes inesperadamente unen sus fuerzas. Poseedora de un guión clásico, estructurado y funcional a sus intereses, la historia nos sumerge en la tensión que se precipita entre protagonistas y antagonistas de turno. En un recóndito campamento en las montañas, los restos fósiles de un animal mítico descubierto constituye apenas la punta del iceberg. Detrás, emergerán las oscuras intenciones de un rival de poder que amenaza con destruir el territorio y sus cualidades naturales. El duelo actoral entre Mercedes Morán y Natalia Oreiro sostiene una obra de riqueza visual en paisajes evocativos. “Las Rojas” coloca todo su peso emocional sobre el dilema de dos adversarias que representan una revelación mutua de valores, a medida que ven su vínculo transformarse. Matías Lucchesi indaga en dos modos disímiles de transitar una pasión. La historia, guionada a cuatro manos entre el propio Lucceshi y Mariano Llinás, accede a cierto nivel mitológico-fantástico que no termina de resultar del todo homogéneo en su resolución, sin poder encontrar una clausura favorable. Las interpretaciones lucen fuera de tono acercándose a un abrupto desenlace, acumulándose diálogos forzados. De repente, pareciera que el film perdió el rumbo por completo, sin poder cumplir con el listón establecido por sus pretensiones estéticas y conceptuales una vez comenzado.