Amores como el nuestro…
Las Vegas, de Juan Villegas, fue la película de apertura del último BAFICI y este jueves llega a salas comerciales. Con un muy buen manejo del humor y personajes muy particulares, se convierte en una propuesta entretenida y pintoresca.
Laura (Pilar Gamboa) parte junto a su hijo Pablo (Valentín Oliva) a pasar fin de año en su departamento de Villa Gesell. Tras un viaje complicado por su torpeza y sus arrebatos de ansiedad que rozan la irracionalidad, descubre que el padre de Pablo, Martín (Santiago Gobernori) también decidió recibir el año allá, con su novia colombiana Candela (Valeria Santa). A través de los días que comparten de modo forzado, porque se alojan en el mismo edificio, terminan descubriendo cosas sobre sí mismos y sobre los vínculos que los relacionan.
El relato se propone pequeño, ligado más a los estados de ánimo y a la conciencia de los personajes que a una causalidad de sus acciones. Los personajes van simplemente a la costa a “pasar unos días” y eso es lo que hacen. Pasean por la playa, por el museo local, salen a bailar. Laura y Martín lidian con heridas abiertas del pasado y con su propia inmadurez: por momentos son más infantiles que Pablo. El énfasis está puesto en su tránsito de una especie de crisis de la mediana edad, y si no fuera por las dosis de humor que impregna Villegas, la película perdería su principal virtud.
El personaje de Gamboa es explosivo. En la secuencia inicial, que muestra cómo el micro en el que viajan se queda varado al costado de la ruta, la cámara no le hace planos cercanos. Esto, sumado a que se viste como una teen, nos hace dudar de cuál es su vínculo con Pablo. ¿Es su novia? ¿Es una amiga? ¿Es una hermana mayor? Su comportamiento es errático, inmaduro, incierto, pero no logra ser insoportable porque destila ternura. Algo está claro: es un excelente personaje. No es una persona que quisieras tener en tu entorno. El personaje de Goberoni, en cambio, es revelado de modo más lento, paulatino. Pequeños indicios, pequeños gestos construyen la certeza que el espectador inicialmente sospecha: es el único que podría lidiar con Laura. Oliva, en cambio, se maneja en un registro más sereno que sus padres, estableciéndose como el punto de equilibrio entre ambos.
Mencionábamos antes que el uso del humor es lo que diferencia a Las Vegas de las muchas películas nacionales que se le podrían parecer en materia temática. Los diálogos, que juegan con el absurdo y lo impredecible, se saben retomar a si mismos pasado el rato, generando una dinámica interna muy interesante.
Explorando la crisis de la mediana edad y retratando con humor los vínculos familiares, Las Vegas se convierte en una película sobre reencuentros y redescubrimientos anclada más que nada en las actuaciones del trío protagónico.