La playa es un escenario ideal para desarrollar historias relacionadas con el ocio, las pasiones y los reencuentros y, como es sabido, cuando se interrumpe la rutina se encienden los “cambios” en sus formas más explosivas. Las Vegas, la quinta película de Juan Villegas que inauguró la vigésima edición del Bafici, presenta una historia ambientada en Villa Gesell durante el comienzo del verano que instala la idea de que todo es posible en materia de vínculos familiares alterados.
Laura (Pilar Gamboa, vista recientemente en Recreo) y su hijo adolescente Pablo (Valentín Oliva, apodado Wos, el freestyler de 19 años que se convirtió en el campeón argentino de rap improvisado y que salta a la pantalla grande) llegan a la ciudad balnearia luego de un traspié con el micro que los traslada y se instalan en un destartalado edificio de la ciudad costera para disfrutar unos días de descanso. Después de sortear varios obstáculos para llegar a destino, ambos descubren que Martín (Santiago Gobernori), el ex de Laura y padre de Pablo, también se hospeda allí junto a su joven novia colombiana.
El director de Sábado espía esa ruidosa convivencia, exponiendo el choque generacional con momentos de humor que luego se van encaminando hacia terrenos donde gana la emoción...
La película funciona como una nostálgica radiografía de la familia separada (Pablo es el hijo engendrado dieciocho años atrás en ese mismo lugar) que se fue desdibujando como las huellas que se dejan en la arena. La realidad es otra, los personajes cambiaron (¿hasta qué punto?) y el aprendizaje que afrontan los personajes no es tarea sencilla.
El filme es una comedia sencilla que no olvida del género que transita a partir de las situaciones que presenta, entre música, paseos por la playa, un desayuno prometedor y la aparición de una guardavidas (Camila Fabbri) que se transforma en el centro de atención de Pablo.
Pilar Gamboa le imprime a Laura un carácter chillón como una suerte de escudo protector ante el sufrimiento que atraviesa en este relato sobre el paso del tiempo (¿todo lo cura?) y sostiene con comodidad la mayoría de las escenas.