Sobrevivir la adolescencia
Ser adolescente es complicado. Pero para Charlie (Logan Lerman), su comienzo en la nueva escuela es aún peor. No tiene amigos, ni sabe cómo hacerlos. Tiene 16 años, y ya carga con algunas heridas del pasado. Casi como perrito faldero se acerca a Patrick (Ezra Miller), y así conocerá a su hermanastra, Sam (Emma Watson), que se darán cuenta de la situación de Charlie y lo recibirán en su grupo de amigos.
Bajo la apariencia de una simple película para adolescentes, Las ventajas de ser invisible toca temas que trascienden esa época. Nada es tan maniqueo como en los telefilmes de Disney. El sufrimiento no es exclusivo de los menos “populares”, y el paso por la escuela secundaria es un trago semiamargo tanto para los más ignotos como para quienes tienen su grupo social armado.
Con un guión que maneja magistralmente la dosificación entre humor, ternura, drama, romance y la intriga sobre ese acontecimiento del pasado, estos chicos de espíritus atormentados pero que luchan por sobrellevar las circunstancias lo mejor posible, hablan también a los adultos. Será muy fácil empatizar, y quizás hasta identificarse, como le sucede al profesor de literatura que interpreta Paul Rudd, quien se acerca a Charlie desde el primer día a través de los libros.
Si bien la tónica del filme es “indie”, es claro que la productora (la misma de Juno, entre otras), apostó a captar un público más amplio. No sólo lo demuestra la presencia de Emma Watson, que supo elegir un proyecto interesante para despegarse de su rol como Hermione en la saga de Harry Potter, sino unas cuantas caras muy televisivas en los roles secundarios. Sin embargo en lo actoral se destacan Ezra Miller (conocido por su rol en Tenemos que hablar sobre Kevin), y Logan Lerman.
Y como suele suceder en las películas independientes, la banda de sonido es perfecta para brindarle una atmósfera particular a la historia. Canciones bien elegidas, colocadas en el momento justo para destacar determinada sensación pero sin manipular al espectador. Escrita y dirigida por Stephen Chbosky (que adaptó su propia novela), esta película logra transmitir la angustia esperanzada de la adolescencia a quienes la están viviendo, pero también a quienes la vivieron.