La navidad es esa época donde la soledad puede pesar más que nunca y donde los afectos se vuelven necesarios. El cine, de varios géneros, ha abarcado esta cuestión, pero es con la comedia donde supo producir sus mejores resultados. Resultados que no pocas veces tienen que ver con cuánto carisma tengan los protagonistas de la historia. Ahí es a donde parece apuntar Last Christmas.
Historia de un Duende
Last Christmas es una comedia llevadera por la variedad de humillantes desventuras que experimenta Kate, la protagonista, para evitar dormir en casa de sus padres, sobrellevar su trabajo, y amigarse con un pasado que la ha dejado derrotada. Todos aspectos que, más allá de las aspiraciones artísticas de Kate, nos hacen sentir identificados.
Es sencillo ser cínico y práctico todo el año, pero esta es la época donde sale a la luz ese pequeño ápice de bondad que la realidad no pudo sacarnos.
La película se vende como una comedia romántica, pero sin embargo es cómo la protagonista sana y se salva ella misma de sus problemas lo que hace de la experiencia algo simpático. Los chistes aciertan lo suficiente para decir que atina como comedia.
Concedido: hay un giro de guion bastante forzado y meloso pareciendo tomar por tonto al espectador, y los más exigentes no lo perdonarán. No obstante, para esta altura los espectadores ocasionales no podrán obviar el espíritu de buena leche que exuda la película, sensata y poco idealizada, por lo que es probable que le sea perdonado. Pero ahí ya depende de cada uno.
Si de buena leche nos ponemos a hablar, Last Christmas también pone de plano un debate muy interesante sobre los peligros de la xenofobia. No por nada toman como punto de partida los orígenes Yugoslavos de la protagonista y la familia que la rodea. Si bien no lo profundizan tanto como debieran, no se puede negar que es una problemática actual en algunos países: la película plantea a la Navidad como la única instancia de hermandad universal que existe en todo el año, una que debería durar a lo largo de los otros 364 días.
En la labor actoral, Henry Golding, aunque no presenta defectos serios, no manifiesta mucho carisma para ganarse al espectador. Michelle Yeoh, como la jefa de Kate, propone un balance entre la lengua filosa y la sincera ternura. La mismísima Emma Thompson, quien además de escribir el guion da vida a la madre protagonista, entrega un papel querible a pesar de ser un estereotipo tanto de la mamá cuida como del inmigrante.
A todo esto, quien merece un párrafo aparte es Emilia Clarke. La otrora madre de los dragones se prueba como una comediante más que capaz y desbordante de carisma. Cómo nos identificamos con ella, nos reímos, conmovemos, y cómo nos cautiva su valentía hasta para reírse de sí misma, son las razones por las cuales, a pesar de sus defectos, esta película llega a suficiente buen puerto. Un caso sólido a favor de lo crucial que puede ser un buen casting.