Los planes de los ladrones pueden alterarse de manera impensada. Eso es lo que ocurría en El juego del terror -The Collector-, cuando un ladrón ingresaba al hogar de un asesino serial y también sucede en Latidos en la oscuridad, confuso título local para el original Bad Samaritan.
La película de Dean Devlin -el mismo director de la olvidable Geostorm- retoma el tema de la invasión al hogar y narra una historia llena de suspenso a la manera de los viejos títulos del género. Sean Falco -Robert Sheehan- es un valet parking de un restaurante italiano y trabaja con su amigo Derek Sandoval -Carlito Olivero-. Ellos ejecutan un plan arriesgado que, a priori, parece controlado y sencillo: estacionar los autos y robar con ellos las casas de los clientes mientras están cenando. Todo parece sincronizado hasta que Sean decide ingresar a la lujosa mansión del millonario Cale Erendreich -David Tennant- y encuentra a una mujer encadenada.
Con este comienzo inquietante, el relato va construyendo un juego de tensión que no decae hasta el final y pone en funcionamiento el accionar siniestro del antagonista de turno, un psicópata que arrastra un trauma infantil -que se ve al inicio del filme- y que se lanzará tras los pasos de quien violentó su lugar y descubrió su plan macabro.
Con el marco de la ciudad de Oregon y poniendo en el centro de la acción a dos inexpertos jovencitos que funcionan como antihéroes y quieren hacer dinero fácil, la trama está alimentada por la culpa y el abandono familiar, brindando logradas escenas a manera de una cacería y persecución constantes.
El garage con herramientas que sirven para ultimar a las víctimas y las cámaras de seguridad de la casa inteligente del villano sirven para alimentar el inquietante desarrollo de la trama, en la que también aparecen la policía y el FBI sin intervenir demasiado en el conflicto de la pareja protagónica. Si bien el desenlace no está a la altura del resto y se extiende más de lo necesario, el resultado es favorable gracias a los climas creados y el desempeño del elenco, inmerso en una cacería feroz.