Alguna vez descubriremos por qué en el cine nos ponemos del lado de los ladrones en vez de los damnificados. En Latidos en la oscuridad es muy fácil, porque cuando Sean entra a robar a la casa de un multimillonario y descubre que tiene cautiva, encadenada, a una joven, bueno, no hay mucho para elegir.
Dean Devlin ha sido más conocido por su tarea como productor y guionista de varios títulos de Roland Emmerich, como Día de la Independencia y Godzilla. El año pasado estrenó Geo-Tormenta ya como director. Menos conocido es que fue compañero de Kevin Spacey en la High School, pero como eso no viene al caso, pasemos a la película que dirige.
Latidos en la oscuridad -título local que poco tiene que ver con el original Mal samaritano- es un thriller más que un filme de terror como se lo vende. Sean y un amigo, ambos inmigrantes, se ganan unos dólares como valet parkinkgs en un restaurante italiano en Portland, Oregon. Y aprovechan que los dueños de los autos les dan las llaves para meterse en sus viviendas.
Medio remanido, sí, pero es lo que dispara la trama.
Así que Sean descubre a la chica secuestrada en la casa del engreído y soberbio Cale, y jura nunca más robar ni un chicle. Quiere salvarla, pero no lo logra. Hace la denuncia anónima a la Policía, y ésta no encuentra nada.
El que encuentra rastros de Sean es Cale, y le hará la vida imposible.
Latidos en la oscuridad es un filme pasatista, que pega algún que otro buen susto y que construye mejor al personaje del ladrón que al asesino serial. La Policía y el FBI, como suele pasar, quedan mal parados y todos sabemos que si la suerte de la joven sin nombre depende de Sean… Que sea lo que Dios y los guionistas quieran.
El irlandés Robert Sheehan (había sido dirigido por Devlin en Geo-Tormenta) y David Tennant (el escocés que fue el Doctor en 59 episodios de Dr. Who; Kilgrave en la serie Jessica Jones) son convincentes, aunque exageren con su gestualidad más de la cuenta.