A pesar de tener una idea fresca, bastante inteligente y novedosa, a medida que pasan los minutos y se desarrolla la trama, esa buena primera impresión queda en el olvido total.
Después de interpretar a Killgrave como antagonista principal en Marvel’s Jessica Jones (2015), David Tennant se recibió de actor. Tras 5 años interpretando al irónico y gracioso Doctor en la serie de ciencia ficción británica, Doctor Who (2005-2010) y otros papeles en películas de tintes dramáticos, la facilidad corporal que demostró en la serie de Marvel, le otorgó al británico, la oportunidad de que los estudios se empiecen a fijar más en él para hacer de villano. Con su gran interpretación de alguien que “manejaba” la mente de sus victimas, este último gran papel lo catapultó a ser considerado para proyectos más oscuros y psicológicos.
Y de eso se trata un poco Latidos en la oscuridad (Bad Samaritan), un thriller súper oscuro que cuenta la historia de Sean Falco (Robert Sheehan), un fotógrafo de vocación, a quien el trabajo profesional se le es esquivo y no le queda otra que dedicarse a ser valet parking de un famoso restaurant italiano. Pero su trabajo no termina allí, ya que con su colega y amigo, Derek Sandoval (Carlito Olivero) se dedican a robar las casas de aquellos que van al restaurante. Todo cambia para nuestros protagonistas, cuando en una noche como cualquier otra, Cale Erendreich (David Tennant) un hombre sofisticado, adinerado, misterioso y con un ego bastante importante, llega al puesto de estacionamiento y sufre el allanamiento por parte de Sean, quien se encontrará no solo con joyas y dinero en efectivo, sino con el terrible y oscuro secreto que Cale oculta.
A pesar de tener una idea fresca, bastante inteligente y novedosa, a medida que pasan los minutos y se desarrolla la trama, esa buena primera impresión queda en el olvido total. Con un guión que pierde fuerza en la mitad de la película, los buenos movimientos de cámara, tomas metafóricas y demás, son tiradas a la basura de la peor manera. Dirigida por Dean Devlin y escrita por Brandon Boyce, el único motivo de la peli termina siendo el de sentir miedo todo el tiempo y esperarse lo peor para todos, cayendo en los puntos más comunes de una película de suspenso o thriller. Hay una construcción muy interesante a la hora de jugar con la música, los planos y la re-significación de objetos que luego van a ser claves, a la hora de “entender” la psiquis del antagonista.
Pero toda esta construcción, cae sobre las espaldas de Tennant, quien a pesar de brillar absolutamente con su personaje, no tiene un soporte suficiente para que la película sea buena. De los actores, es el único que sobresale de la media y es el único motivo por el cual la peli sigue adelante. Su personaje, podría verse como una versión del clásico maníaco con un sentido de la justicia bastante particular con tintes de Norman Bates (Psicosis, 1960), con una gran ayuda de su versatilidad a la hora de encarar papeles, deja muy en evidencia al resto del elenco, quienes no solo no convencen desde lo actoral sino que además, el desarrollo de sus personajes los hacen quedar como tontos en más de una oportunidad.
Lamentablemente el film como un todo, no solo no complace a los espectadores, sino que por muchos pasajes termina tomándolos por tontos. La primera gran impresión de este metraje termina en el olvido y todo lo rescatable se reduce a momentos. Por lo menos, la designación de David Tennant como antagonista, fue la indicada y su interpretación podrá hacer pasar el mal trago un poco mejor.