La directora italiana Cristina Comencini rinde tributo a su padre Luigi en “Latin Lover”. Descendiente del director de “Pan, amor y fantasía”, uno de los clásicos de la comedia italiana de los 50, encara, además, una historia ligada al cine de aquella época. Como detalle eligió a dos estrellas del mismo período con una extensa carrera para los roles principales. Se trata de la intimidad de dos de las viudas y las hijas de Saverio Crispo, el latin lover del título, un actor que se ganó fama de rompecorazones de fértil simiente, con una prole femenina desparramada por Suecia, Francia, Estados Unidos, España e Italia. Es decir, en cada lugar donde fue a filmar enamoró a una mujer para luego abandonarla y dejarla resentida y con una hija legalmente reconocida. Después de un comienzo dinámico en el que se describe a Saverio con un irónico repaso por sus etapas de actor de teatro, de galán de commedia all’italiana, del neorrealismo, del spaghetti western y en el cine intimista sueco al estilo Bergman, la trama entra de lleno en los enredos de esta familia ensamblada y conflictiva que se reúne para recordar al galán en el décimo aniversario de su muerte. Aunque “Latin Lover” es una comedia con excelentes actrices -la fallecida Virna Lisi (la brillante intérprete de Catalina de Médicis, en “La reina Margot”), la españolas Marisa Paredes y Candela Peña, y la franco-italiana Valeria Bruni-Tedeschi- las subtramas resultan demasiado dramáticas (celos, rencores y envidias acumuladas) y restan encanto a una película disfrutable y con mucho potencial, pero que no acaba de decidirse si por las lágrimas o la risa.