El director Ken Loach, dos veces ganador de la Palma de Oro en Cannes con El viento que acaricia el prado (2006) y Yo, Daniel Blake (2016), retorna al cine con un relato crudo sobre la vida diaria de una familia “tipo” de clase trabajadora de Newcastle.
El film comienza con la voz en off de dos sujetos sobre pantalla negra, uno responde preguntas a un otrx que las formula. Palabras, que parafraseando, expresan: “hice de todo en mi vida” / “hice todo lo que me dijeron” / “quiero ser mi propio jefe” / “nunca he aceptado algún recibo de empleo del Estado porque tengo mi orgullo” afirma quien responde; acá la imagen aparece y sincroniza con el audio, donde vislumbramos que estamos siendo testigos de una entrevista laboral.
El plano de inicio nos dispone a mirar desde los hombros de nuestro protagonista quien está ubicado de espaldas a cámara, marcándonos un claro punto de vista, y denotando una especie de simbología a la generalidad de la clase trabajadora, pues no importa quién seas, el speech siempre será el mismo: “Acá no contratamos, acá te subes a bordo, acá nos gusta llamarlo incorporación, porque no trabajas para nosotros, trabajas con nosotros… somos una familia” y así perpetua en su discurso fascinante para luego deslizarle al solicitante que en ese lugar no hay contrato de trabajo, simplemente se debe cumplir con las entregas de los paquetes a destino.
Luego le pregunta, al futuro empleado, si está de acuerdo con lo explicado. Este hace una pausa mientras descubrimos finalmente su rostro en cámara, y termina aceptando sin saber bien a que estaría accediendo. En este diálogo de inicio, el director refuerza la idea engañosa y capitalista de que “todo lo que hagas será tu elección” como una especie de premisa que guiará el pulso de la película y que solapará, gracias a la instauración de la culpa propia, la ausencia de los derechos laborales.
A grandes rasgos podría decirse que, en Lazos de familia, Ricky Turner (Kris Hitchen) y su mujer Abbie Turner (Debbie Honeywood) han luchado por salir adelante económicamente. Un día se presenta “una oportunidad” con la que podrían crear su propio negocio y de esta forma quizás poder avanzar en la sociedad.
Lamentablemente, conoceremos las penurias que estos personajes nobles irán padeciendo como si se tratara de una enfermedad llamada «trabajo» a lo largo de todo el film. Ya que el miedo al desempleo en las personas trabajadoras, y con poco margen de ahorro, los mantiene aceptando condiciones laborales paupérrimas lo que sirve a les empleadores porque reducen sus costos de mano de obra y de esta manera multiplican la productividad; lo que por consecuencia divide al mundo en domadores y domadxs (ya lo había dicho Galeano) desnudándose así en el relato que aquello que se viste de «emprendimiento» no es más que una nueva forma de precarización laboral.
Si bien Ken Loach ha sido señalado, por les intelectualoides de la cinefilia, como un cineasta poco imaginativo porque trabaja sus historias muy ceñidas al realismo, en este film se puede apreciar la connotación de su puesta en escena, sólo hace falta comprometerse con ella para poder ver las sutilezas del entorno.
Por ejemplo, en una de las escenas donde la familia trata de dialogar para poder comprender y resolver los conflictos que aquejan a su hijx adolescente, puede dilucidarse la dinámica emocional y familiar al momento de la discusión con tan sólo prestar atención a la forma en que están dispuestos los manteles individuales sobre la mesa. Pues tres de los cuatro manteles están ubicados casi en oposición al cuarto mantel, el perteneciente al hijx en conflicto, este mismo contiene un vaso de vidrio, con algo de agua, apoyado por sobre sus márgenes, casi “a punto de caerse”, enunciando también el estado límite de fragilidad en que se encuentra ese adolescente.
Incluso el nombre original del film es Sorry We Missed You (Lo siento, te extrañamos), es un juego de palabras del encabezado de las notas que les repartidores, como Ricky, dejan en los domicilios donde nadie les recibe los paquetes y que expresan, poéticamente, el estado emocional de cada integrante de esa familia.
Sin embargo, creería que en este tipo de historias no hacen falta alegorías ni metáforas para mostrarnos lo que no vemos y tenemos en frente, o mejor dicho, encima nuestro ¿no les parece? Pues lo que hace aquí su director es desnudar las estrategias que utiliza el capitalismo para neutralizar(nos) los derechos laborales para conseguir deshumanizarnos, desvalorizarnos y convertirnos en un bien desechable, y siempre, haciéndonos creer que todo fue por decisión propia.
¿Por qué si?
Porque a lo largo del film, descubriremos que la mirada cruda del director sobre la injusticia y la locura de supervivencia de esta familia (y de muchas familias en el mundo), nace del propio sistema que las engaña y les hace creer que no hay más opción que seguir porque peor es estar desempleadx. Y porque las historias de les trabajadores importan que sean relatadas sin finales ni bajadas de líneas que aludan a la famosa recompensa del trabajo duro. Por ello necesitamos este cine, porque es sincero, honesto y, por sobre todo, humano y empático.