El de Ken Loach es un cine que radiografía, de modo realista y con mirada comprometida, a las clases trabajadoras. Heredero del Free Cinema y del documental social; un exponente del ‘British Film Socialism’ como se verifica en la grandiosa “Agenda Oculta” (1990). Loach muestra las dificultades de la vida de la clase obrera, la tragedia humana de la mayoría de sus protagonistas y las injusticias sociales de un sistema neoliberal, tal como lo escenifica “Tierra y Libertad” (1997). Para el británico, su cámara es un instrumento de conciencia y su obra se emparenta en la línea del compromiso ejercido por Mike Leigh, Stephen Frears o Laurent Cantet.
Las historias de Loach se desenvuelven mayormente en el Reino Unido, tratando conflictos políticos y sociales de aquellos países y están protagonizadas por antihéroes, trabajadores, eternos perdedores y sobrevivientes del sistema. El cineasta retrata a sus personajes y los muestra con sus dudas, solitarios, luchando contra sí mismos y contra el gobierno de turno, tal como lo ejemplifica la huelga de trabajadores retratada en “Pan y Rosas” (2000). Su obra destaca por su carácter didáctico, analítico y crítico del sistema político inglés, aspecto visible en la lograda “El Viento que Acaricia el Prado” (2006). A sus 85 años de edad, es uno de los cineastas contemporáneos más comprometidos socialmente, protagonista cabal de la profusa historia del cine de denuncia.
En “Lazos de Sangre”, su cámara atrapa las miserias cotidianas: Ken Loach es un experto del drama social de visión pesimista. Intenta empatizar con seres emocionalmente quebrados, se lamenta por aquello que a su alrededor respira un gran sentido de injusticia. De su autoría son retratos marginales, que prefieren el trazo transparente y poco artificioso. Esta mínima intervención sobre el material lo ha convertido en un singular estandarte del cine independiente, experto en escudriñar a la clase trabajadora.
Loach se compadece de la comunidad obrera explotada, al punto que, a veces, pareciera que lleva toda su vida filmando la misma película. Bajo el tamiz melodramático, apela a la fórmula inagotable que a cierto ojo espectador puede resultar cansino o reiterativo. “Lazos de Familia” reivindica la austeridad como máxima y explicita lazos en común con su anterior “Yo, Daniel Blake”. No obstante el desenlace de su presente obra bordea lo explícito, el realizador inglés es el adalid de una nobleza de la cual, y bajo su atenta mirada, la vida moderna pareciera carecer.