La precarización laboral no es jamás un mero sintagma de la lucha discursiva entre teóricos, gobiernos y sindicalistas. Denomina una experiencia concreta que tiene consecuencias en la mismísima vida afectiva de una familia y en el cuerpo de un trabajador. Cuando a Ricky se le cierran los ojos manejando en la mañana su camioneta de reparto porque la rebeldía de su hijo mayor le resulta incontrolable a tal punto que no puede dormir, la falta de sueño y la rabia del adolescente no se precipitan por desórdenes afectivos y psicologías inestables: un sistema económico y una forma de trabajo modulan la experiencia en el mundo. Todo esto no es otra cosa que una actualización de la enajenación, que tampoco es un concepto teórico; el término describe un fenómeno, y el film de Loach lo representa bien.