Secreto en la Montaña
El afiche de esta película, y algo previo que había leído sobre el argumento, no me inspiraba más que una idea de este estilo: “chica buena, rubiecita, linda, se acomete a buscar a su padre para no perder su casa; en el camino se topa con gente muy pero muy mala y, a pesar de las adversidades, sale airosa de la situación y se queda con su casa”. O sea, pensar en fumarme esta película era para mí casi tan excitante como mirar una comedia romántica o una película de Suar.
Sin embargo, mi negatividad me condujo a probarme a mí misma que, muy de vez en cuando, mis juicios apriorísticos fallan. Y semejante equivocación suscitó en mí cierto interés por investigar sobre esta película, su directora y la génesis de esta historia. Y me encontré con algunos lindos textos, entre ellos, el de dos profesores estadounidenses que analizan ciertos conceptos muy interesantes (debo confesar que estuve tentada de apropiarme de ellos y adjudicarme todo el crédito pero temí que alguien descubriera el burdo plagio y que mi incipiente carrera de crítica se viera seriamente comprometida; por ende, los plagios están explicitados).
El primer concepto que introducen estos autores es el de “shatter zones”, o sea “zonas de fragmentos” (acepción geológica originaria) o “zonas de refugiados” (acepción posterior, y en la cual me concentraré ahora), para referirse a los condados de Taney y Christian, en las montañas de Ozark del estado de Missouri, al sur de los EEUU, donde transcurre la película. El film ilustra ese segundo sentido de manera magistral. Estamos en un lugar inhóspito, en el medio de la nada, donde la sola supervivencia es una ardua tarea; un lugar habitado por refugiados y forajidos, que se rige por un hermetismo absoluto para los “outsiders”, y por un estricto código de honor para los “insiders”, cuyo incumplimiento puede traer como consecuencia nada más ni nada menos que la muerte, acto que todos están dispuestos a tapar en pos de preservar el código y regular el comportamiento de la comunidad. Y los espectadores nos vemos inmersos en esta realidad que Debra Granik, con increíble pericia y apabullante veracidad, nos muestra. Mucho de la estética del film tiene que ver con el estilo característico de Granik, el documental regional, que apunta a observar y retratar la realidad con extrema fidelidad, para lo cual Granik se vale de gran cantidad de largos planos fijos y primeros planos; esto indudablemente le brinda a la película una sensación de acercamiento y contacto con esa realidad. Lo que también contribuye sustancialmente con esta idea de realismo es el hecho de que muchos personajes de la película son interpretados por habitantes reales de Ozark. Uno de ellos es la cantante Marideth Sisco, a quien vemos en una escena en la que interpreta High on a Mountain, escena sorprendente por su simpleza y su autenticidad.
Otro concepto que introducen los autores es el de “dark-fairytale tradition” o “Märchen”, o sea “cuento lúgubre de hadas”, muy característico de la literatura de la zona de las montañas Ozark y Apalaches, y de países como Alemania, Suecia y Noruega. Este tipo de historias, como la de Lazos de Sangre, se caracterizan por escenarios oscuros, tenebrosos, e historias sangrientas y despiadadas con protagonistas, generalmente niñas o mujeres jóvenes, en situaciones de mucha violencia, opresión y hostilidad. No obstante, en el medio de todo este escenario desolador, las heroínas de estas historias logran vencer a los enemigos y a las adversidades que se les presentan.
Con respecto al concepto de “oscuridad”, Debra Granik afirma que ese es el factor común entre muchos de sus personajes. Irene, la protagonista de su primera película, Down to the Bone, es una mujer que lucha contra su adicción a la cocaína. La pregunta que se formula Granik una y otra vez es: ¿Pueden estas personas realmente redimirse, abandonar sus adicciones y salvarse? En Lazos de Sangre esta pregunta resuena nuevamente al observar las vidas de muchos de los habitantes de la comunidad pero no logramos arribar a una respuesta convincente.
Y ahora quisiera pasar al tema de las actuaciones de los actores. El crítico Roger Ebert habla del personaje de John Hawkes, Teardrop, y afirma que “su existencia inflinge una herida a la dicha que implica estar vivo”. Y cito a Ebert porque mi crítica está construida sobre la base de plagios y porque parece que varias personas supieron poner en palabras mis pensamientos con una articulación que yo jamás habría alcanzado (aunque la traducción de Ebert es mía). Y realmente, la presencia de Teardrop nos aflige, nos estruja las vísceras, porque vemos en él una persona arruinada por la vida, tanto física como mentalmente, pero con cierta lucha interna que surge a partir de la aparición de su sobrina y la búsqueda de su hermano. Y Hawkes transmite esa dualidad magníficamente bien.
Por último, Jennifer Lawrence, en el papel de Ree Dolly, merece una mención especial. Esta actriz de 19 años es sorprendente. De manera conmovedora y soberbia, nos transmite los sentimientos de desesperación, desahucia, desprotección y desamparo que la inundan ante la posibilidad de perder lo único que le permite criar a sus hermanos y cuidar a su madre: su hogar. Los espectadores, durante gran parte de la película, no vislumbramos ni un atisbo de esperanza ni de escapatoria; sin embargo, no sentimos lástima por ella; nos identificamos, empatizamos con ella, queremos desesperadamente que lo peor no ocurra, que su devoción, su tenacidad y su inquebrantable determinación triunfen sobre lo terrible y brutal del mundo en el que vive. En este mundo de refugiados, devastado, corrupto, en el que las drogas y el crimen son parte de la cotidianeidad, Ree intenta construir otra vida para sí misma y para sus hermanos; es parte de ese mundo y se crió en él –“I’m a Dolly, bred and buttered”, como ella dice– pero la posibilidad de su “triunfo” le confieren un irrefutable carácter de heroína y le brindan a la película un hermoso aire esperanzador, reforzado por ese último plano hermoso, con ella y sus hermanitos sentados en la escalera de la casa; simplemente maravilloso.