Una historia violenta
Como con Distrito 9 en 2010, la Academia decidió incluir este año a una película no comercial entre sus nominadas. En este caso es Lazos de sangre, que llega con buena cosecha de festivales como Sundance o Berlín, y es la que más se acerca al cine de autor de la lista extensiva de las 10 candidatas.
La joven Jennifer Lawrence, actriz ignota pero que después de este filme dejará de serlo, interpreta a la joven Ree, la hermana mayor de una familia, que cuida a sus hermanos, a su madre enferma y a su padre adicto. Pero el padre desaparece y ella decide salir en su búsqueda. En el camino, el más definitivo y violento paso hacia su adultez, descubre que los secretos y códigos de vecinos y familia son mucho más duros de lo que imaginaba.
Se trata de la segunda película de Debra Granik y, como la primera (Down to the bone), el clima tiene una función tan literal como metafórica. Hace frío en los bosques de Ozark (Missouri), frío, viento, sequedad y hambre. Y esa naturaleza sombría y helada es tan importante en la fotografía del filme como en el pulso del thriller y sus personajes desolados.
Ree no es parte del mundo adicto y caníbal de los adultos, pero debe lidiar en él como uno de ellos si quiere resolver el problema de su familia. Desde otro punto de vista, bien podría ser una historia de venganza, al estilo de las de Terence Stamp. Pero que la protagonista sea una mujer, adolescente y sola, la convierte en un drama diferente: ella no quiere venganza, pero tiene el orgullo y el temple de la supervivencia.
Jennifer Lawrence sostiene los primeros planos de la película con una interpretación precisa y austera, y se pone en la piel de esta joven curtida por la vida, el clima y la pobreza. El viaje de la protagonista, más que un viaje iniciático es uno a las profundidades más hostiles, en las que dejará toda remota veta de candidez. Así, Lazos de sangre logra un relato auténtico, naturalista hasta doler, que es a la vez thriller y drama, sin abusar nunca de sus lugares comunes.