Ni techo ni ley
Pueden encontrarse varias vinculaciones entre la nueva adaptación de los hermanos Coen Temple de acero y Lazos de sangre, film independiente y de muy bajos recursos dirigido por la realizadora Debra Granik, el cual para sorpresa de muchos ha sido nominado a cuatro Oscars en la próxima entrega.
En ambas películas quienes llevan las riendas del relato son sus protagonistas femeninas, adolescentes ambas y con el objeto de salvaguardar el honor de sus padres. A diferencia del western existencial de los creadores de Fargo, el segundo opus de Debra Granik (su debut fue en 2004 con el film Down to the bone) se instala en la profunda Missouri, más precisamente en los alrededores de las montañas Ozark en el seno de una comunidad rural y patriarcal.
Allí vive Ree (Jennifer Lawrence), quien debe hacerse cargo con sus diecisiete años de dos hermanos pequeños y una madre enferma y depresiva. Su padre, ausente, pasa estadías prolongadas en la prisión por formar parte del negocio de las drogas de diseño, cuya cocina de elaboración clandestina se encuentra escondida en el pueblo, merced a la complicidad de los lugareños también involucrados en el negocio. No obstante, el hombre misterioso ha salido libre bajo fianza entregando como parte de pago su propiedad. Ahora debe comparecer ante la justicia, caso contrario su casa será ejecutada y su familia quedará sin hogar.
Es por ese motivo que la protagonista debe dar con el paradero de su padre -además buscado por la policía- de forma inmediata pese al manto de silencio con el que se cruzará a partir de la búsqueda solitaria. Vecinos y parientes de sangre le dan la espalda y alimentan la constante advertencia de que no se meta dejando en claro que la figura del padre dentro de la comunidad es sinónimo de traición y que su progenie se hizo acreedora del estigma.
El largo camino que recorre nuestra heroína abrirá por un lado el descubrimiento de un par de secretos y por otro su duro y traumático pasaje a la madurez, sin abandonar el cuidado de sus hermanos y el de su madre con los escasísimos recursos con los que cuenta y de cara a un futuro muy poco prometedor.
Debra Granik y Anne Rosellini adaptaron la novela de Daniel Woodrell en este film que mezcla por un lado los elementos del thriller y el drama intimista a la perfección en un ambiente sombrío y desolado donde las mujeres juegan un rol fundamental en la dinámica de las relaciones pese a las improntas machistas que no han desaparecido.
Sin caer en los estereotipos de los personajes planos, la construcción de cada uno es meticulosa y compleja y por eso el ritmo lento que atraviesa gran parte del relato no lo perjudica en lo más mínimo sino que enriquece la trama. A modo de viaje iniciático que comienza a pie con la protagonista vagando de casa en casa y luego se intensifica con el claro enfrentamiento para saber la verdad sobre su padre, el relato va cobrando intensidad y una violencia interna que lo hace muy visceral para el espectador.
Un mérito mayúsculo es la revelación de 19 años, la actriz Jennifer Lawrence, nominada también al Oscar, quien no sólo demuestra un carisma poco habitual sino que transmite fragilidad, dolor y coraje al mismo tiempo. Posiblemente Lazos de sangre no se lleve el Oscar a mejor película por tratarse de una obra que para la Academia representa la independencia absoluta, pues su nominación obedece solamente a la política correcta que año a año se practica. De todos modos, haberse llevado el premio Sundance fue suficiente y por sus aspiraciones estéticas le calzaba mucho mejor.