Más espesa que el agua
Ree (Jennifer Lawrence) es una adolescente contemporánea bastante atípica, endurecida por la responsabilidad y por el ámbito en el que se crió. Desde la desaparición de su padre Jessup, fabricante de drogas, lleva adelante la ardua tarea de criar a sus dos hermanos menores y cuidar a su madre demente. Mientras tanto, planea su ingreso en el ejército para tener un salario que le permita sacar a la familia de las penurias en que la sumió ese padre ausente y buscado por la ley.
Cierto día, el sheriff del pueblo le comunica que si su padre no se presenta a una audiencia por su libertad bajo palabra, perderán la casa y la maderera que Jessup puso como fianza. Es entonces que, sin perder la sangre fría e intentando llevar adelante una vida cotidiana normal, Ree sale a buscar ayuda para encontrarlo. Todas las puertas se cierran, incluso la de su propio tío Teardrop (John Hawkes), el único hermano de su padre y, paradójicamente, el único que puede mantenerla a salvo de la cofradía que maneja la droga en la región. Con un único objetivo en su cabeza, la adolescente arriesgará su integridad física y emocional para salvar a la familia del derrumbe completo.
La traducción del título, además de (muy) repetida, es pobrísima a los efectos de avisarle al espectador de qué va exactamente la trama. Sí tiene sentido a medida que el argumento va revelando los códigos del submundo en el que Ree debe internarse para conseguir información sobre su padre. Ese inframundo poblado de criaturas sectarias, parcas y viciosas, con un código de convivencia tan rígido como el del mismo poblado de las montañas Ozark, es junto a Ree el plato fuerte de una película que empieza a desvanecerse con los días una vez que se dejó la sala.
Las actuaciones son excelentes, en especial la de la jovencísima Jennifer Lawrence, que se echa al hombro su rol y convence sin atosigar. Sin embargo, los actores se encuentran de pronto con una trama que no les acompaña de forma natural, no fluye con verosimilitud; algunos diálogos quedan forzados, clichosos por demás, y Teardrop, encarnado por el también nominado John Hawkes, por ejemplo (incluso la reacción que genera en los demás personajes), se torna artificial y arquetípico. Una pena, ya que por sus méritos esta cinta valía la pena un mejor esfuerzo en la adaptación.