Una dulce y sofisticada perversión
Park Chan-wook (Oldboy) desembarca en Hollywood con este film que cuenta la fatalidad de una mujer que deja viuda a una madre, interpretada por Kidman y huérfana a su hija. Aunque falta sangre el universo Park está presente.
Tarde o temprano llegaría el momento en que el asiático Park Chan-wook aterrizara en Hollywood. Nada sorprende al respecto, ya que hace dos décadas, John Woo, aquel rey del cine de acción, también fue contratado por el cine mainstream para seguir exhibiendo su talento… pero de manera atenuada, ahora para un público diferente, con películas no tan demenciales, menos sanguíneas y violentas. Lo mismo puede decirse sobre el primer film de Park en Estados Unidos, con un guión ajeno (es decir, escrito en la Meca), una historia con sus subes y bajas y un par de protagónicos con estrella en alza y otra consagrada.
También sería pecar de ingenuo suponer que los excesos de Oldboy y Symphaty for Mr. Vengeance y I’m a Cyborg, podrían expresarse en un sistema de producción tan pacato y predigerido como el estadounidense. La cuestión no pasa por allí, ni tampoco por imaginar cuántas libertades formales tuvo Park para volcar su adrenalina visual en la historia que cuenta Lazos perversos. Sin embargo, pese a que bastante se perdió en el camino, y aun con su exceso de sofisticación visual, la película resulta atendible, acaso imperfecta y sin demasiada sangre, pero el mundo perverso de Park dice presente una vez más.
La superficie argumental y el nombre de un personaje fundamental remiten a La sombra de una duda (1943) del maestro Hitchcock, pero allí terminan las referencias. Park cuenta sin prisa la fatalidad que sucede a una muerte que deja viuda a una madre (Nicole Kidman) y huérfana a su hija India (Mia Wasikowska, la adolescente de "Alicia en el bodrio" de Tim Burton) con sus 18 años recién cumplidos. En el funeral aparece el tío Charlie (Matthew Goode), presencia que causa turbación en las dos mujeres y razón de las que Park se vale para inclinarse a construir un particular trío donde gobierna el deseo, el erotismo y la seducción.
Con esas herramientas temáticas y esos clásicos impactos visuales del director, que a veces se manifiestan con demasiado énfasis, Lazos perversos lucha de manera titánica por no parecerse a otros thrillers familiares con una importante dosis de perversión. En este punto, Park desafía ciertos conceptos del Hollywood industrial, valiéndose de una estilización de las imágenes que condice con el ambiente burgués familiar donde transcurre la historia. En esa puja por separarse de lo obvio y omitir la fórmula "thriller hecho para el cable" Park gana y pierde de una escena a otra. Ocurre que a su minucioso trabajo visual y a su predilección por racionalizar los conflictos, características de sus films asiáticos, le falta la sangre derramada, el exabrupto formal y la locura y demencia de sus historias asiáticas, esas películas desvergonzadas que aún estaban algo lejos y bastante cerca de las luces de Hollywood y de las cirugías de la cachonda mamá que en Lazos perversos interpreta la diva Nicole Kidman.