La sospecha
Muchas son las formas de entrar a diseccionar esta obra que marca el debut en Hollywood del director sur coreano Chan Wook Park, conocido por el público argentino a partir del “Oldboy” (2003).
A primera vista está la clara referencia, por el relato, si bien no lo es estrictamente hablando, que pueda confundirse como remake de uno de los films más elogiados e importantes de Alfred Hitchcock, “La sombra de una duda” (1943).
En primer lugar el realizador deja claro que puede tener algunos puntos de contacto en la narración, y hasta en el género, pero que por estilo, estructura, estética, se aleja bastante, aunque no exclusivamente, ya que entre las grandes diferencias una muy clara es que en la de 1943 tío y sobrina se llaman igual, Charlie.
En segundo término, cuando el guión comienza a desplegar el conflicto, podría hasta leerse como una versión, demasiado libre y antojadiza, de la obra de teatro “Hamlet” de William Shakespeare, no por el triangulo amoroso que se instala entre los personajes, sino por la sed de venganza que va sugiriendo de manera muy sutil y sugestiva hasta llegar a la sensación de que en realidad lo promueve.
En tercera instancia, y a mi entender la más importante, que es la que más separa a esta producción de lo anteriormente referido, empieza en el titulo original “Stoker”, esto es el apellido de la familia que se retrata en el relato.
Convengamos que no es cualquier apellido, se trata de Bram Stoker, el escritor irlandés conocido por ser el autor de “Drácula”.
El filme comienza con una escena de sugerente belleza plástica, con una voz en off del personaje protagónico adentrándonos en los planteos psicológicos, filosóficos, éticos y morales de la historia de la que vamos a ser espectadores, no para generar empatias, sino sólo como testigos.
Luego nos instala tres meses antes, pues queda claro que lo que vamos a ver ya ha sucedió. ¿Será un doble juego con la ya citada realización de Hitchcock? Nos ubica en el entierro de Richard Stoker (Dermont Mulroney), al que asisten, entre otros, su esposa y su hija, Evelyn Stoker (Nicole Kidman) e India Stoker (Mia Wasikowska), respectivamente.
En ese triangulo familiar algunos de los vértices se habían cortado, sólo quedaba intacto y fortalecido el de padre e hija, en tanto entre la progenitora y la joven había cada vez más distancia, ya sea por la frialdad de ella o por los celos que le generaba la relación establecida entre padre e hija.
Pero aparece la figura del tío Charles Stoker (Matthew Goode), y esta es otra sutil diferencia con la de Hitchckok, en la primera todos sabían de su existencia pero su ausencia estaba justificada por instalarse como el orgullo familiar a partir de las hazañas durante sus viajes. En el caso que nos ocupa el tío Charlie (el único que mantiene el nombre con la anterior) no sólo es un desconocido, del que nadie sabía de su existencia, sino que su sola presencia se torna inquietante ya desde su primera aparición fantasmagórica en el entierro, sólo percibida por la sobrina.
Lo shakesperiano estaría dado a partir del establecimiento de una relación entre los cuñados que cruza ciertos limites tolerados por India, pero queda atravesado cuando Charlie también comienza a tejer una telaraña con el fin de seducir a su sobrina, y en la que la joven queda subyugada en una de las escenas más bellas, provocadora e insinuantes del filme, en la que ambos personajes ejecutan en el piano una composición a cuatro manos.
Tamto la estructura de la historia, como la presentación del conflicto, de los personajes y la instalación del conflicto, responden al mejor y más tradicional thriller. Para ello cuenta con la gran performance de los mal llamados rubros técnicos. Un muy buen diseño de banda de sonido, destacándose la música que cumple con varias funciones: empática en relación a la imagen cuando esta lo requiere, creadora de climas cuando el texto lo necesita, rítmica como le corresponde, y muy particularmente narrativa ya que la inclusión del aria, que anticipa la venganza, “Stride la Vampa” (“La Llama se agita”, de la ópera “Il Trovatore” de Giuseppe Verdi), aquí no es casual.
La dirección de arte, específicamente la fotografía con el resaltado los colores vivos, y la iluminación acentuando la escenografía elegida para desarrollar la mayor parte de la historia, una especie de castillo estilo gótico, acumula una referencia directa con la historia del vampiro más famoso.
No sólo en cuestiones estéticas presenta correspondencia. Si bien no hay escenas visualmente demasiado sangrientas, el liquido rojo corre por el texto en función de la consanguinidad de los personajes.
Por supuesto que todo está sostenido por las actuaciones, destacándose sus dos protagonistas principales, por una parte el actor ingles Matthew Goode, construyendo y desplegando un personaje de difícil composición y desarrollo, manteniendo un equilibrio perfecto entre lo angelical, lo perverso, la seducción y el cinismo. Ubicándose a la par de él observamos a la actriz australiana Mia Wasikowska, quien también sale airosa de la jugada en la transición de ser una joven desvalida, a la que le quebró el corazón la muerte accidental del padre, a ser el oscuro objeto del deseo de venganza. Sorprendentemente un escalón más abajo encontramos a Nicole Kidman, quien hace muy creíble el personaje de la madre distante y esposa gélida, pero con menos tiempo en pantalla.
Al principio de la nota decía que la tercer variable de análisis era la que más me cerraba, la frutilla del postre, por lo anteriormente expuesto, es que el nombre del personaje principal es “India”, en referencia directa a uno de los cuentos que más articulan el tema de la venganza, y más conocido de Bram Stoker, “La mujer India”
¿Será una simple casualidad?