Todo queda en familia
La primera incursión del director surcoreano Chan-wook Park en el cine (independiente) americano con Lazos Perversos (Stoker) en un principio parecería ideal: un guión a cargo de Wentworth Miller (más conocido como el protagonista de la serie Prison Break) cuyo punto de partida es La Sombra de una Duda de Hitchcock -justamente Park declaró que Vértigo le hizo querer ser director-, incluyendo al tío de pasado misterioso, encantador e inquietante al mismo tiempo (Matthew Goode); India Stoker (Mia Wasikowska), una protagonista en el fin de su adolescencia, que tiene una relación distante y fría con su madre Evelyn (Nicole Kidman), pero era muy apegada a su padre, quien acaba de morir sorpresivamente en un accidente el día del cumpleaños número 18 de India. Y a partir de ahí, la relación entre el tío Charlie y las dos mujeres: la madre que flirtea abiertamente con su cuñado -quien le recuerda a una versión más joven del marido a quien ya había perdido antes que éste muriera- y la hija, que en un primer momento rechaza rotundamente los intentos de Charlie de ganarse su confianza y con el que eventualmente establece una relación donde las sospechas permanecen, pero se entreveran con una tensión sexual que se alimenta de la competencia y ciertas características afines. Mientras tanto, varios conocidos de la pequeña (nueva) familia van desapareciendo, para agregar presión a la olla del triángulo tío-madre-hija.
Además de la tensión endogámica, ahí están -listos para ser desentramados- varios de los elementos que Park ha planteado en los films de su autoría. El confinamiento voluntario (e involuntario) de sus personajes: ya sea en el caserón de clase alta donde la mayor parte de la acción transcurre, como también el de India en sí misma, bajo la premisa de tener sus sentidos de la vista, el oído y el tacto extremadamente desarrollados (y por lo que rehuye al contacto) - rasgos que comparte con su tío. Las relaciones asimétricas de poder entre hombres y mujeres, y tácticas de éstas últimas para contrarrestrar por la fuerza la omnipotencia masculina.
No es de extrañar que Park se haya decantado por el thriller y dedicara toda una trilogía a la venganza. Sus films desde Joint Security Area (tal vez con la excepción de I'm a Cyborg, But That´s OK y en menor medida, Thirst) giran alrededor de personajes que diseñan y ejecutan un plan (algunos más intrincados que otros) y otros personajes que están -inadvertidamente- dentro de ellos y deben descubrir las reglas del juego para usarlas a su favor. Pero al mismo tiempo, todos sus personajes están contemplados dentro de un esquema mayor, cuyas motivaciones se van desenredando a cuentagota, a medida que los protagonistas reaccionan a él y lo accionan, y es el del director.
He aquí el artificio de Chan-wook Park. Sus películas son puestas en escena explícitas en tanto armadas por sus personajes, que a su vez juegan con la elaborada por el director-guionista.
El problema en Lazos Perversos es que, si bien el plan es ejecutado por Chan-wook Park, no fue diseñado por él. El mismo director se encuentra frente a un designio ajeno, sobre el cual no tiene el control completo, por lo que ciertos agujeros de la historia -que en los films previos del director pueden pasar inadvertidos- en esta película se hacen involuntariamente notorios; al mismo tiempo que detalles que en sus trabajos anteriores puede ser fácilmente tomados como parte necesaria del artificio creado por Park, aquí quedan expuestos en su calidad de artilugios. Las vueltas de tuerca del guión son tanto más predecibles que a las que nos tiene acostumbrados el surcoreano.
Esto no quiere decir que puedan ser todavía disfrutables, por más obviamente conveniente que resulte la excusa los sentidos sobredesarrollados de India y Charlie para que la primera pueda escuchar conversaciones ajenas y ver detalles que a otros escapan, alimentado las sospechas sobre su tío, y para que el segundo pueda rehuir desestimarlas, en un juego del gato y ratón en el que los roles cambian permanentemente de sujeto. Del mismo modo, Park logra construir junto a Goode (quien finalmente tiene material para lucirse) y a una Wasikowska de mirada imperturbable, algunos de los momentos más interesantes de Lazos Perversos, en el marco de esta interacción tensa y sensual entre ambos. Kidman, por su parte, tiene el papel ingrato de la alguna vez ingenua socialité que está envejeciendo pero a la que la experiencia de los años, en su mayor parte, se le escapa. A Goode se le extraña en las escenas entre ambas actrices o en las que la más joven tiene que cargar el peso de la acción por sí sola.
Aún así, es imposible pasar por alto la belleza visual de esos momentos dedicados a profundizar sobre la oscuridad de su protagonista y su evolución, como la del film en general. Los tonos sepias y azulados predominan (también característicos de varios de los films en color de Hitchcock) y enmarcan a una India en pollera y tacos altos llevados con ya plena confianza en sí misma, con el paso seguro de una mujer, el mismo que tenía su protagonista de Sympathy for Lady Vengeance al salir de la cárcel lista para tener su revancha. Al igual que en la última parte de su trilogía de la venganza, ser adulto (y sobretodo ser una mujer adulta) es dejar de reaccionar a los planes ajenos, para empezar a elaborar los propios.