Si no conoce la obra del coreano Park Chan-wook, este film es una buena posibilidad para luego ir por films como “Oldboy” o “Sympathy for Mr. Vengeance”. El hombre combina varios elementos en su obra: la violencia, el miedo (no necesariamente el horror, no necesariamente lo sobrenatural) y el melodrama más absurdo, que en su estilo se vuelve siempre convincente. En este primer film “occidental”, narra lo que sucede a una madre (Nicole Kidman) visiblemente alterada por su viudez reciente, de su hija (Mia Wasikowska, la Alicia de Tim Burton), extraña y sometida a ciertos secretos, y de un pariente que llega a la casa y allí se instala (Mattew Goode). Hay algo del Hitchcock de “La sombra de una duda”, aunque el clima está más enrarecido, es mucho más tenso. Se respira la tensión sexual entre los personajes e incluso un aire glauco que recuerda a las hermanas Brontë, incluso si el título original del film (“Stoker”) nombra al autor de “Drácula”, Bram Stoker. Porque ese aire de represión y de posesiones es, de cierta forma, una actualización del cuento gótico y victoriano, detrás del cual se esconden los dos temas que obsesionan al realizador: la venganza y la validez de los lazos familiares. Chan-wook, aunque con menos pirotecnia que en sus películas más conocidas, tensa la cuerda del misterio hasta lo insoportable, aunque se trata más de una incógnita interna, por qué estas personas actúan como lo hacen. Los actores, todos, caen bajo el embrujo creativo del realizador, algo no tan frecuente como se piensa.