El sentido del tiempo: Pastor, chivo, árbol, carbón…
Angelo es un pastor de cabras, que vive en un pueblo de la Calabria. Todos los días lleva a pastar a sus animales y regresa al atardecer, una tos seca lo acompaña y le impide moverse.
Por las noches toma una mezcla de hierbas, (con oración incluida) que le prepara una mujer, que hace el trabajo de limpieza en la iglesia. Hasta que un día pierde esa medicina por el camino e inevitablemente muere.
Este primer personaje es el pretexto que utiliza su director para crear una estructura polifónica y circular que le permita hablar de los ciclos de la vida, de los ciclos de la naturaleza, donde en última instancia: “nada se pierde y todo se transforma”.
Un pueblo casi medieval es el contexto donde se desarrolla la historia, donde están presentes sus rituales, sus trabajos, sus anónimos habitantes. Porque los tres personajes restantes serán un chivo blanco, que muere prematuramente, en el bosque, un árbol (pino), que participa de un ritual hasta, que es talado por sus habitantes y deviene en madera, y esta, en una gran pira, que a su vez deviene en carbón.
Un documento vital construido poéticamente, cuya estructura da cuenta de un guión preciso, de mucho trabajo en todos los sentidos, de una excelente fotografía y montaje realizado solamente con el sonido natural de las voces, que en él aparecen.
La existencia, en casi todas las concepciones religiosas, tal y como aparece en el campo del devenir, sólo adquiere sentido, si podemos vivir nuestra vida, de manera tal, que podamos repetirla.
Y esto adquiere sentido en una concepción circular del tiempo, siempre y cuando no haya sólo repetición, sino progreso espiritual. Sólo así la historia adquiere sentido, así como cada suceso y cada momento.
Lo cierto es que ni las personas (salvo unas pocas), ni los animales, ni los árboles deciden cómo ni cuando morir.
Una narrativa poco convencional y rigurosa hace de estas cuatro únicas voces, un poema visual, para disfrutar y reflexionar.