En el apéndice de su libro Si esto es un hombre, Primo Levi divide a los sobrevivientes de los campos del nazismo en dos grupos: los que no quieren hablar del tema, los que olvidaron todo o quisieran hacerlo, y los que, al contrario, consideran que recordar es un deber. Levi, a quien le tocó Auschwitz III (Monowitz), se anota en el segundo grupo, e incluso considera que su oficio de escritor nació en el campo de concentración, sin el cual nunca hubiera tenido un motivo para volcarse a las letras. Algo así dice Mira Kniaziew de Stupnik, sobreviviente de Auschwitz II (Birkenau) y una de las protagonistas de este documental de Poli Martínez Kaplun. Hay quienes no pueden hablar -nos explica- y quienes no pueden callar. Ella admite que no sabe cómo sobrevivió, pero sí para qué: “Sobreviví para contarlo”.
Lea y Mira Dejan Su Huella (2016) consiste en una serie de entrevistas a Mira y Lea Zajac de Novera, ambas judías polacas que, de adolescentes, fueron arrastradas a Auschwitz y, tras la Segunda Guerra, emigraron a la Argentina. Ya en América, se hicieron amigas. Uno de los grandes aciertos del documental es entrevistarlas juntas, porque no solo narran sus recuerdos sino que también reflexionan y debaten entre ellas. Lea explica cómo, gracias a una doctora rusa y una secretaria austríaca, se salvó de las cámaras de gas. Si uno cree en Dios, dice, entonces Dios estuvo ahí, a lo que su amiga le responde, tajante, “¿Dónde estuvo Dios? En Auschwitz seguro que no”. Si bien ambas atravesaron el mismo horror, no han llegado a las mismas conclusiones o, mejor dicho, no han adoptado la misma postura ante el fenómeno de los campos de concentración. En sus desacuerdos intuimos la dificultad -algunos dirían la imposibilidad- de explicar algo tan desmesurado como un genocidio.
A lo largo de apenas 52 minutos, Kaplun y sus entrevistadas cubren una asombrosa variedad de temas. No solo hablan sobre Auschwitz sino también sobre lo que vino después, la readaptación a la sociedad. Lea y Mira todavía no entienden cómo hicieron para seguir adelante, para casarse y tener hijos, luego de lo que vivieron. Lamentan que el Holocausto no haya sido un hecho aislado, que las matanzas se hayan multiplicado, bajo otras formas y contra otras víctimas, acá (con el Proceso) y en todos los continentes. Para ellas los campos no son lejanos hechos históricos, porque los sufrieron y porque siguen siendo ejemplos de lo humanamente posible. Y además porque un trauma colectivo tiende a actualizarse con cada generación y debe ser abordado continuamente.
Lo que conmueve del documental, como sucede con el famoso texto de Levi, es el esfuerzo que hacen las protagonistas para relatar su experiencia, aunque les cueste y deban contener las lágrimas. Para ellas, el futuro es lo que está en juego. Y por eso se sienten obligadas a alzar la voz, ayer, hoy y mañana. Hay momentos en los que las palabras les fallan, en los que un verbo o un adjetivo se les escapan, pero inmediatamente retoman el rumbo y redoblan la apuesta. Sus recuerdos son un dolor viviente y cada aproximación es nueva, necesaria y vital. Lea y Mira repasan tanto su vida -en Polonia, en Auschwitz, en la Argentina- como su cambiante relación con el pasado. Y este es el aporte de Kaplun a la extensa bibliografía y filmografía sobre el Holocausto: mostrar que dicha relación no es estable, porque el presente está siempre en marcha y exige renovados enfrentamientos con la Historia.