"Lectura según Justino": recuerdos de pubertad
Acompañado por un valioso equipo técnico, la primera película como realizador del ex galán tiene varios aciertos, empezando por la fluidez del relato.
Arnaldo André, hombre de muchas vidas. Uno de los galanes esenciales de la telenovela argentina desde mediados de los 70 y veterano actor de carácter en cine a lo largo de la década pasada, con Lectura según Justino el ex “galán de las cachetadas” debuta como realizador y coguionista cinematográfico. O debutó, mejor dicho, teniendo en cuenta que de acuerdo a lo que informa Wikipedia, la película que ahora se conoce en Argentina se estrenó en Paraguay seis años atrás.
En su ópera prima como realizador, el actor más famoso del Paraguay apuesta al relato clásico. Cine de época, cuento de iniciación, con un melodrama con todas las letras incluido, a modo de relato colateral. Suerte de Amarcorda pequeña escala, en Lectura según Justino André (Andrés Pascua Zaracho, si se prefiere) recuerda su propia pubertad, trasponiéndose en el personaje que da título a la película (Diego González). Es el año 1955 en el pequeño pueblito de San Bernardino, a orillas del célebre lago de Ypacaraí, y el padre de Justino, que trabajaba como sastre, acaba de fallecer. Tal como se estilaba en la época, Justino, único hijo varón, pasa a ser, según le dice su madre (María Laura Cali), “el hombre de la casa”. Gracias a una recomendación ingresa en la selecta Escuela Alemana, que se convertirá más tarde en el Colegio Pestalozzi de esa localidad y donde tendrá como maestra a Frau Ulla (Julieta Cardinali). De modo comprensible, Justino se enamorará de ella, antes que de una linda compañerita que muestra interés en él. Se convertirá, sin darse cuenta, en intermediario romántico entre Frau Ulla y un emigrado alemán que vive apartado. Se llama Joschka, lo personifica Mike Amigorena y aunque parece demasiado joven para el puesto, se sospecha que puede haber sido criminal de guerra. Cuando un niño de la localidad aparezca colgado de un árbol, todas las sospechas recaerán sobre él.
Pertrechado con un equipo técnico de primera línea, el debut de André como cineasta tiene varios aciertos. El relato fluye y varía de tono con sobriedad, oscilando entre algún toque de humor, una pizca de costumbrismo y el melodrama más canónico. El recuerdo personal le permite a André algunas pinceladas que están entre lo folklórico, lo arqueológico y la referencia política (gobierna Stroessner y la colonia alemana es numerosa). Las actuaciones son ajustadas --aunque no se justifique el acento porteño de varixs de lxs actores y actrices argentinxs-- y entre ellas se destaca la de Diego Rodríguez, dueño de la dosis justa de retraimiento y picardía. Las escenas en el muelle, iluminadas con una luna deliberadamente artificial y recortadas sobre un lago de croma, se lucen muy particularmente (gentileza del experimentadísimo DF Hugo Colace), recordando que el melodrama es un género de naturaleza manierista. Donde Lectura según Justino (título intrigante) no llega a hacer pie del todo es en su historia central, que a pesar de la sensibilidad del protagonista tiende a ser desplazada por sus ramas subsidiarias, como la historia de amor paralela y la del niño muerto.