El pecado de la avaricia
¿Vieron cuando una película pinta para ser un producto más que estimable pero se pone en pretenciosa, quiere ser más de lo que es y termina siendo un plomo? Bueno, eso es lo que pasa con Legión de ángeles.
El filme de Scott Stewart -quien ya tenía una larga trayectoria previa en el área de efectos especiales- arranca con la voz en off de una chica, con el tono justo de desolación y resignación, sobre una profecía acerca de que Dios un día se va a cansar de la humanidad y nos va hacer pelota a todos. Sigue con la caída del Arcángel Michael, quien, bien en humano, sale a los tiros de un local en la ciudad y toma la ruta, mientras comienza a desatarse el Apocalipsis. Y termina de focalizar en un grupo de personas comunes y corrientes en una gasolinera perdida en el medio del desierto, entre las que está una joven embarazada con el bebé que, según Michael, es la última esperanza para el Hombre. Todos enfrentarán un sitio perpetrado por una multitud de personas poseídas, paradójicamente, por ángeles que intentarán evitar a toda costa que la criatura nazca.
Hasta ahí el relato avanza a buen ritmo, la utilización de los efectos especiales es consistente con lo que se narra y el director le exprime a los actores lo que corresponde: a los mejores, como Paul Bettany, Dennis Quaid y Charles S. Dutton, que son pura presencia, les asigna pocos pero pertinentes diálogos, valiéndose más que nada de sus miradas y tonos; a los que son más inexpresivos, como Tyrese Gibson y Lucas Black, los limita a poner sus cuerpos. En consecuencia, durante su primera mitad, Legión de ángeles es un más que interesante filme clase B, donde importan más las acciones que los discursos, los cuerpos antes que las palabras.
Pero luego los realizadores creen que no basta con brindarle al público una buena peli de acción, como supo hacer John Carpenter con Asalto al precinto 13. No, porque claro, eso muy banal ¿no? Entonces la trama se llena de conversaciones bastante tontas sobre la religión, la fe, los lazos familiares, el amor, etcétera. Se derraman muchas lágrimas sin sentido y todo termina siendo muy aburrido y previsible.
Lo llamativo es que esto sucede a causa de la ambición de “trascender”. Como si entretener durante hora y media no fuera importante o trascendente en verdad. Como si el género de acción fuera una expresión del cine menor, alejado de lo “artístico”. ¿Qué es arte? Arte a veces puede ser gente disparando por doquier, haciendo volar todo por el aire. El director Stewart no piensa así, cree que hay que decir “algo más”. Aunque claro, ni siquiera sabe muy bien qué es ese “algo más”. Pucha, se nota que no aprendió nada cuando laburó en Duro de matar 4.0 o en Piratas del Caribe: el cofre de la muerte.