Filmada en Leones, provincia de Córdoba, y presentada en el Festival de Mar del Plata, esta ópera prima de Andrea Braga, un italiano que estudió y es docente en la escuela de cine creada por Eliseo Subiela, arranca con el regreso de un fiscal a su pueblo natal para investigar una serie de misteriosos crímenes. Como en el cine negro clásico, el protagonista debe resolver los casos y al mismo tiempo lidiar con algunas cuentas pendientes de un pasado no tan lejano: la relación con su hija y su exmujer no es la mejor, y ese malestar personal empieza a combinarse con el derrotero de una investigación complicada en la que aparece una trama de corrupción relacionada con el abuso de agroquímicos.
Legítima defensa es una película lúgubre y cargada de la tensión que tienen los buenos thrillers. Braga ya la tenía en desarrollo cuando se encontró con un documental italiano sobre los problemas ambientales que causan algunos químicos utilizados en el campo. Las buenas performances de los protagonistas (el uruguayo Alfonso Tort, Javier Drolas y Violeta Urtizberea, alejada de su faceta más habitual de comediante pero igual de solvente) son puntos de apoyo sólidos para una historia cuyo clima denso se sostiene de principio a fin.